Siento que la vida se me escapa entre los dedos, intentando quedar bien con el mundo. Un mundo donde hay que quedar bien con todos y nunca con uno mismo. Que difícil es complacer a los demás, a pesar de olvidar lo que realmente nos hace feliz a nosotros.
Al nacer deberíamos venir con un manual de cómo deberíamos actuar y que debemos hacer en esta vida. Quiere ser buena esposa, buena madre, buena hija, buena amiga. Tener tiempo para todos y aunque lo intento no puedo, siempre algo se escapa y no lo logro.
Siempre me gustó el arte, la música, el deporte. Ya no lo hago, como hacerlo si el día tiene veinticuatro horas y paso todas intentando complacer sin éxito a los demás. Siempre digo luego hago lo que me gusta y resulta que no puedo. Así pasan los días, años y sigo igual intentando buscar mi espacio en la vida sin suerte.
La casa es un laberinto de tareas diarias interminables. Cuando acabo una, empieza la otra y lo primero que hice está igual o peor que como lo hice. Las personas se alejan en busca de sus intereses y uno tan ama de casa aburre. Nuestros temas de conversación son aburridos para los otros.
Ya no eres joven y alegre. Eres madura y tienes responsabilidades interminables y no logras encajar. Luego vas y te pones aquella ropa que te hacía lucir bella y ya no te ves igual. Tu cabello desarreglado y tus uñas sin pintar no combinan con tu look.
Tu esposo te deja por una más linda y joven. Más divertida, más juvenil y tú en casa triste y deprimida no lograr salir afuera del atasco de tus tareas diarias. Comes para olvidar y lo que consigues es libras de más y no tienes tiempo para hacer ejercicios y retomar tu estética.
Luego los hijos crecen y se van de casa hacer su vida y te quedas sola, sola con el recuerdo de los momentos en los que intentaste hacer feliz a todos. Todos se van y te quedas el vacío en tu corazón y te ves mayor para retomar tu vida. Ya no es el momento te dices y así los años pasan y sigues igual sola en tu casa con tus cosas.
Los platos se rompen, la casa se ensucia y ti sigues batallando por lucir un hogar perfecto a costa de tu propio bienestar. Así siguen los años, sigues sola en el mundo y vez a tus vecinos, familias perfectas y te preguntas que hice mal para merecer este destino de soledad.
Es tan triste sentirse solo que a veces te ahogas en un llanto interminable en el baño. Luego arreglas tu cara e intentas ver el lado positivo de las cosas. Quieres morir de tanto fracaso personal. Pero por lo menos al ver a tus hijos felices y encaminados sientes que por lo menos para ellos fuiste un puntal importante en su crianza.
Crianza de buenos valores, de una madre amorosa, una madre que se olvidó de ella para no dañar su niñez, una madre que entre sus dedos se le escapó la vida complaciendo a los demás sin éxito. Así como el reloj de arena la vida se le escapo entre sus manos.
