Lluvia, la maldita lluvia llevaba casi 1 hora cayendo en esa cafetería del gran Buenos Aires. Cosa curiosa pues era época de sequía.
María llevaba ya por la segunda taza de café, su cita debía haber llegada hace al menos 1 hora 40 minutos. Si bien estaba dispuesta a esperara pues había llegado 10 minutos antes para no hacer esperar a su pareja, esto era aún abuso.
Apoyaba su nuca en su manos tocando su suave piel blanca, su cabello rubio y esponjoso caía en la mesa cuadrada del local. Un sujeto apareció.
_¿va a ordenar otra cosa señorita? Pregunto el moso.
_ha… no gracias, pagaré le cuenta -exclamo algo incómoda la chica, mientras movía sus gafas de pasta roja para ver la cuenta- bueno… al menos el café era barato. Dijo resignada al ver si cuenta.
Salió para la calle, tratando de mantenerse debajo de los techos de los edificio de paso. Pese a que la lluvia era terrible no hacia fría, algo bueno para María pues para la ocacion se había puesto su fina remera blanca con botones que usaba para la escuela, y su falda color amarillo claro, casi blanco también.
Mientras llegaba a la esquina rememoraba lo sucedido en su cabeza.
Matías era amable, en el patio de la escuela un día se acerco a ella de la nada. Era un joven bastante atractivo en su opinión. Con su pelo negro azabache y espalda ancha, sus ojos azules y hacento cordobés de dónde era originario.
Siempre le hablaba he interactúaba con el, pero había algo raro… Matías constantemente se negaba a hacer muestras de afecto público, respecto a sus amigas siempre hablaba mal de ellas. Había conseguido que se dejara de hablar con la mayoría excepto con Mirta, aunque la tenía que ver a escondidas ya que no le gustaba que hablara con ella.
Aunque se había negado Matías insistía en que le pasara fotos… privadas… y aúnque se ponía furioso cuando hablaba con otros chicos, el se veía con bastante chicas a la vez. De hecho aún no formalizaban nada.
Recién allí se dió cuenta de todo, ella era su diversión, su juguete, alguien a quien podía hablar cundo se le diera la gana.
Era tan estúpida. De verdad no se dió cuenta antes, era tan obvia. Fue como un golpe en la cabeza. Se puso de rodillas, perdió a mucha amiga por su culpa, no, aún si el principal responsable era Martín, ella misma se lo había buscado en cierta forma. De verdad tenía que ser tonta tonta para. O darse cuenta de todo lo que sucedía.
Las lágrimas cayan sobre su bello rostro. Movía la cabeza de un lada al otro, no sabía que haría ahora no sabía que…
_hola Reyna. Una voz familiar se oyó, levantó la cabeza.
Una figura femenina estaba delante suyo, de cabello castaño hasta al cuello y una apariencia regordeta. Traía un paraguas rojo en las manos.
_hola Maya. Dijo con vos caída, aunque también sorprendida.
***
_y… ¿Como te ha ido? Pregunto Maya.
_ bien, justo estaba teníando una cita con Martin.
_ ¿dónde estaba?
_ nunca llegó. Decía María con la cabeza baja, le daba vergüenza mirara a su antigua amiga.
_lo lamento… yo estoy bien, las chicas también, de hecho…
_ ¿cómo sabías dónde estaba? Pregunto interrumpiendola.
_me lo contó Mirta -dijo frenando su caminar en medio de la calle- ella también quería venir Pero justo era la comunión de su sobrinito. Sabes lo religiosa que es su familia no se lo podía perder.
_ha si… - guardaba silencio mientras formulaba lo que iba a decir- lo siento. La expresión de Maya cambio de uno optimista a otros de sorpresa.
_¿por…?
_por dejarlas a vos y a las chicas, no se que pensaba pero… pero era mi primer novio y yo no le quería fallar y… y… vos saber cómo soy cuando algo me interesa. En este caso alguien y bueno yo… yo…
Las lágrimas volvieron a brotar de su cara, se se sentía verdaderamente patética de eso forma, Maya con delicadeza pero firmesa le agarro la cara para que esta bajara hacia su altura, ya que era más baja que María.
_ está bien. Boluda todas ya sabemos que no fue tu culpa, no eres responsable de nada, ni sos la primera a la que le hace esto.
_ pero.. era demaciado obvio.
_ para los de afuera. Pero es diferente estar dentro de una relación así que mirarla desde lejos. Le dedica una cálida sonrisa.
María estaba atónita por lo que acababa de oír. Justo cuando creía que estaba solo llego su antigua amistad nuevamente para ayudarla. Le dió un fuerte abrazo, muy fuerte tanto que el paraguas se escapó de las manos de la joven, y no le importó, siguió con el abrazo. Todo estaría bien, y la lluvia era la que con ayuda de sus amistades, se llevaría sus penas para estar limpia y alegré otra vez.