Después de un fin de semana intenso, vuelvo al trabajo, nada más entrar al edificio mi jefe me llama a su oficina.
-Buenos días Ainara, por favor toma asiento.
-Muy buenos días Héctor. – me siento enfrente de él.
-Como ya te he dicho en alguna ocasión, eres una de las mejores periodistas, por eso me gustaría que investigaras el lugar del cual te daré información a lo largo de esta semana. Es un proyecto diferente y poco común a lo que solemos hacer. Tienes dos semanas para entregarlo desde que te llegue dicha información.
Tras decirme eso hablamos un poco más, pero en ningún momento me comentó de que se trataba esa investigación.
-Ya puedes volver a tu puesto de trabajo, Ainara, espero recibir un buen reportaje, como siempre.
-Haré todo lo que esté en mi mano.
Salgo de casa y aparco el coche en el aparcamiento asignado a los trabajadores de esta empresa de periodismo.
Cuando entro a mi despacho una carpeta de color marrón llama mi atención, está sobre la mesa junto a una nota con mi nombre “Ainara”.
Cuelgo el bolso y la chaqueta, me dirijo a la mesa, me imagino que Héctor, mi jefe, dejó esa carpeta que contiene los datos necesarios que me comentó en la reunión para empezar a trabajar lo antes posible con este proyecto que tanta curiosidad me causa.
La abro y saco un pedazo de un periódico, una foto de un edificio antiguo, un papel con una dirección y una nota especificando sobre que tenía que investigar. Objetivo: “dar información de todo el hospital, pero sobre todo de la planta 48, puerta 24”.
Enciendo el ordenador y en el buscador escribo “Calle La Vadía de la vida”, tal y como dice en el periódico que había en la carpeta, se trata de un hospital, pero no un hospital común, el edificio cuenta con unas cincuenta plantas y las últimas diez plantas estaban designadas a psiquiatría.
Tal y como me paso cuando vi la foto, al ver las imágenes que me mostraba la pantalla sentí un escalofrío, algo me dice que lo que me espera en esta investigación no es nada bueno, pero es mi trabajo, no me queda otra opción que hacerlo.
Estamos a jueves y decido empezar con el proyecto el fin de semana con la intención de no llamar mucho la atención cuando entre en el sanatorio.
El día de hoy lo dedico a sacar toda la información que puedo por internet, pero no es mucha, no hay fotos del interior y lo que dice no es muy relevante, ahora entiendo porque me han escrito la dirección. Héctor solo da ese dato cuando tenemos que ir personalmente, que son en pocas ocasiones ya que con internet hoy en día tienes mucha información.
Me dirijo a su despacho para ver si él me puede dar alguna información sobre esa planta.
-Buenas tardes, Héctor, perdona que te moleste, pero tengo que saber porque me tengo que centrar en esa parte del hospital.
-Buenas tarde, Ainara tu nunca molestas, siempre eres bienvenida aquí. Solo te puedo decir que desde que se inauguró el centro médico, esa habitación solo fue asignada una vez, el paciente falleció varios años después, desde ese momento ningún paciente volvió a quedar ingresado allí porque algo aterrador lo habita. Tanto pacientes como sanitarios han sentido la presencia de alguien.
Me quedo en estado de shock al escuchar algo así, unos minutos después reacciono pensando que quizás eso solo pasaba mientras el hospital estaba activo.
-Gracias por la información, en breves me pondré a ello. – Me levanto de la silla y salgo del despacho un poco asustada por lo que Héctor me acaba de contar, pero eso es el trabajo de periodismo, cada trabajo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Llega la noche y me voy a casa, ha sido un día largo ya que apenas salí de la oficina, después de cenar algo me voy a la cama.
Todo esta oscuro, pero no en silencio, se oye de vez en cuando una respiración agitada, era raro oír eso en mi habitación, yo vivo sola y nunca antes lo había oído, pero aún así no le di mucha importancia.
Llegó el sábado y me levanto temprano para prepararlo todo, tras pensarlo mucho salgo de casa y me dirijo a la Calle La Vadía de la vida.
En la carretera apenas hay coches, cosa que agradezco ya que tardaré menos en llegar y antes habré terminado.
REPORTAJE
Entro por las puertas del edificio, camino por los silenciosos pasillos, ya que fue cerrado hace años, solo se ilumina con la poca luz de mi linterna.
La planta principal es casi como todos los hospitales, pero esta me era más familiar, sentía que había estado allí antes, según la información que había encontrado, el hospital fue cerrado hace veinte años, pero en ningún lado ponía el por qué.
Subo planta por planta, radiografía, consultas, maternidad, oftalmología…, y anoto como puedo todo lo que veo y el estado de como está cada planta, me da mucha pena ver máquinas y objetos que podrían servir en otros hospitales y están abandonados.
Conforme voy subiendo va haciendo más frío y todo se pone un poco más oscuro.
No se porque planta voy, pero me imagino que tengo que ir por algo más de la mitad, porque siento las piernas cansadas y doloridas.
La planta en la que me encuentro me es mucho más familiar, estoy en la que pone infantil, aparte del cartel donde lo pone, se puede apreciar con la poca luz dibujos pintados en la pared, muñecos y juguetes en cada habitación y una especie de clase en una habitación donde hay mesas con sillas, una pizarra, un carrito con libros, juegos de mesa, etc.
Sigo subiendo y la intriga de saber en que planta estoy me hace alumbrar con la linterna el cartel donde se supone que debe estar el número y efectivamente ahí está, planta 40.
Me adentro en la planta y voy abriendo cada puerta que voy encontrando a mi paso y en todas descubro la misma habitación una y otra vez, se que entro en una diferente por el número que hay en la puerta, si no fuera por eso juraría que era la misma, todas estaban amuebladas exactamente iguales. Una cama vieja, rota, con las sábanas ya amarillentas por el paso de los años, una mesita de hierro oxidada, las paredes acolchadas y las ventanas con rejas, cada habitación tenía su propio baño, se encontraba igual de deteriorado, sucio, con algunos objetos personales en el suelo y algo que me causo mucha curiosidad es que ningún aseo tenía espejo.
La luz de mi linterna parpadea, siento la presencia de alguien a mi lado, cuando vuelve a iluminarse la habitación, sigo estando sola, desde que estoy en la parte de psiquiatría oigo de vez en cuando una respiración, o siento una presencia, quiero pensar que es mi mente quién me está jugando una mala pasada por donde estoy.
Voy por la planta 48 y todo es igual, nada cambia.
Oigo un chillido aterrador y se me eriza la piel, de pronto el silencio vuelve a reinar el lugar. Como si alguien me llamara, camino hasta la puerta 24, segura de mí misma agarro la maneta de la puerta y la abro. Un recuerdo viene a mi cabeza, sabía que ese sitio lo había visitado antes, pero por la dirección no sabía que se trataba del mismo lugar.
Era una niña y por una enfermedad pase varios años ingresada, era curiosa y me aburría mucho, así que cada vez que podía y sin que los médicos me vieran, subía a la planta 48, era la que más intriga me daba y justo en la puerta 24 me quedaba parada, hasta que un día la curiosidad pudo y entré, en su interior se veía una sombra caminar de un lado a otro, apenas había luz y no se podía apreciar mejor, mi corazón latía a mil por hora, como si la sombra me hubiera escuchado, se gira y puedo ver sus ojos, son amarillos, no se ve nada más de su rostro, de mi garganta sale un gran chillido, sin pensarlo más cierro la puerta, corro a mi habitación y me escondo bajo las mantas de mi cama, desde ese momento no volví a subir.
Vuelvo en sí después de vivir ese momento tan espantoso en mi mente.
-Planta 48, puerta 24, no pensaba tener que volver aquí de nuevo. – pienso en voz alta. – pero por algún motivo el destino me ha traído hasta aquí.
Respiro profundamente y decido entrar, aunque sé lo que puedo encontrarme en su interior, siento el mismo miedo que sentí cuando era niña.
Esa sensación va desvaneciendo por segundos, ya que no siento ninguna presencia y la sombra que vi ese día no está. Suelto un suspiro de alivio al darme cuenta que tenía razón, esas cosas solo sucedieron cuando estaba habitado.
Esta habitación es igual a todas las anteriores, con la diferencia de que esta no tiene ventana. Me giro para salir ya que aquí termina mi investigación, las dos plantas restantes supongo que serán idénticas a las 8 anteriores.
El chillido que se oye en ese instante es más fuerte que el anterior, cuando todo queda en silencio escucho como si alguien estuviera arañando la pared acolchada, miro para todos los lados para ver de donde proviene, el corazón me bombea con rapidez, mi respiración es agitada. Vuelvo a mirar hacia la puerta, pero la sombra está en la única salida que hay, el miedo se apodera de mí y ando hasta chocar gcontra la pared que tengo detrás. La linterna cae al suelo al chocarme, la luz disminuye, pero puedo ver los espeluznantes ojos amarillos que me miran fijamente, de mi garganta sale un chillido, aunque sé que no servirá de nada ya que estoy sola. Se que de aquí no saldré con vida, pero tengo que intentarlo, camino pegada a la pared hasta llegar a la puerta, pero esta se cierra sola. Noto como me arde el brazo mientras siento como me rasguñan.
Siento que llega mi fin, lo presiento, me dejo caer hasta sentarme en el suelo llorando, no puedo dejar de mirar sus ojos.
Intento alcanzar la linterna para probar si con la luz puedo ahuyentarlo, pero de pronto la habitación queda totalmente a oscuras. Recuerdo que llevo el móvil en el bolsillo trasero del pantalón, enciendo la linterna de este y apunto directamente a sus ojos, la sombra suelta un gruñido y de un manotazo hace que el móvil salga volando. Me levanto y corro hacia donde sé que ha caído, lo cojo con más fuerza que antes y repito la acción. El gruñido es más fuerte, intenta atacarme, pero esta vez soy más rápida y me muevo sin dejar de alumbrarle.
De pronto la linterna se apaga y cuando intento volver a encenderla aparece el flash de la cámara, eso hace que la sombra retroceda, al ver que hace más efecto que una iluminación continua, empiezo a hacer fotos mientras salgo de la habitación.
Los gritos van disminuyendo a la par que yo llego a la planta por la que entré. Salgo corriendo hacía el coche y vuelvo a casa.
Una vez llego a casa redacto este informe contando toda mi experiencia y, aunque no sé el motivo por el cual esa sombra permanece allí, pero confirma que cada paciente que ingresaba en esa habitación veía una sombra de ojos amarillos y los sanitarios oían ese grito cada vez que alguien ocupaba ese lugar y el silencio reinaba cuando no había ningún ingreso. Espero no tener que volver a ese lugar y olvidar lo sucedido lo antes posible.
FIN DE REPORTAJE
El lunes a primera hora entro al despacho de Héctor para dejarle mi reportaje encima de su mesa ya que él no se encontraba.
Al cabo de unas horas mi jefe se presenta en mi mesa con cara de preocupación.
- ¿Como te encuentras Ainara?. Nunca pensé que pasaría algo así, si llego a saberlo no lo hubiera aceptado realizarlo, nunca pondría en riesgo a ninguno de mis trabajadores.
-Siendo sincera ha sido una experiencia aterradora, cada vez que intento descansar un poco me vienen esos recuerdos. Intente incluir fotos de “la sombra” pero solo sale una habitación como el resto de las demás.
-Tal y como esperaba ha sido un gran reportaje, sabía que no me defraudarías, tomate el tiempo necesario para volver más tranquila.
-Te lo agradezco, me vendrá bien. Creo que me iré un tiempo fuera de la ciudad.
Tras decir eso cojo mis pertenencias y me marcho. Espero volver pronto.
Muchas gracias por leer mi relato, espero que os haya gustado, tengo más en el cajón del olvido, si queréis leer alguno más dejarlo en los comentarios.
Gracias y un saludo. 😘 🫂
