Cuando la vida te da limones, dice el dicho que hacer limonada. Pero que ocurre que ni sumo tienen, nada, agüita con azúcar entonces. A veces estamos tan perturbados mentalmente que no somos capaces de ver más allá del día, no somos capaces de pensar el mañana.
Dicen que cuando uno está en una situación extrema todo le da igual, comienza a darle valor a las cosas que son importantes, pero¿Por qué esperar a llegar ese punto?
Esta es mi historia
Me llamo Ingrid, tengo cuarenta años y dos hijos. Me casé siendo una adolescente, fue amor a primera vista, al menos para mí. Él era un poco mayor que yo, tenía un trabajo y casa propia, así que enseguida me mudé con él. Al principio era todo un galán, me trataba bien, salíamos a divertirnos todo perfecto.
Luego comenzaron las provisiones, no podía salir, deje la escuela para ser ama de casa, decía que no tenía necesidad de estudiar, menos trabajar, que una mujer debía estar en casa para satisfacer a su esposo y yo acepté. Luego llegó mi primer hijo y mi cuerpo como mi relación comenzó a cambiar.
Cesaron las salidas en pareja, mis senos se marchitaron, mi abdomen creció sin vuelta atrás, aún era joven no llegaba a los veinte tres, pero estaba absorta en pañales y la casa. Mi siguiente hijo Llegó luego de un año y todo empeoró aún más. Mi marido comenzó a ausentarse de casa cada vez más, incluso a veces no dormía aquí.
Cuando nos veíamos me gritaba, me llamaba gorda y fea. Lo era, cada vez comía más para olvidar las penas y llenar el vacío en mi interior. Pasaron los años y mis hijos crecieron ya eran casi adolescentes, yo aún joven pero en un aspecto de probable. Pesaba mucho ya, hasta caminar me era difícil, pero no importaba, cada ofensa la sustituía con comida, así era feliz.
No fue hasta que tuve mi primer infarto que no me di cuenta del daño que me estaba haciendo, ver llorar a mis hijos por el temor a perderme me hizo reaccionar e intentar luchar por mejorar mi estado. Nadie valía mi sufrimiento, yo y solo yo era responsable de mis sentimientos y el efecto de los demás en mí.
Comencé por divorciarme, él no me dio problemas, lo deseaba, incluso me dio pensión para mí y mis niños que aún están menores de edad. Él se fue a vivir con su amante y yo me quedé en casa con mis hijos, los cuales comenzaron ayudarme en mi camino a renacer mi autoestima y mejorar mi amor propio.
Hice dietas para adelgazar, fue difícil en un inicio, pero poco a poco se veía el cambio, no solo físico sino también en mi locomoción. Podía hasta atarme los zapatos ya. Luego comencé en un gimnasio, allí conocí a Pedro, un Pilar fundamental en mi búsqueda de mí yo interior, me acompañó todo el proceso e los años siguientes, primero como amigo y luego como algo más.
Ya actualmente con la ayuda de todos los que me quieren bien, deje mi adicción a la comida en sustitución a la depresión que tenía. Me casé con Pedro, me realicé una cirugía correctiva y mi cuerpo se ve fabuloso, así como mi autoestima. Mi ex ha intentando volver, pero yo jamás recaería en algo tan tóxico nuevamente.
Mis hijos y mi esposo actual sin mi centro de atención y mi luz para salir del túnel en mis momentos de debilidad, dónde casi muero para darle valor a lo que realmente es importante. Yo, quererme y respetarme yo para luego serle útil a los demás.
