En un pequeño pueblo costero, había una antigua librería llamada "La Esquina del Saber". Era un lugar mágico, donde los libros parecían susurrar secretos y las páginas amarillentas albergaban historias olvidadas. La librería estaba regentada por la señora Beatrice, una anciana con cabello plateado y ojos que parecían haber visto siglos de historia.
Cada día, los niños del pueblo se reunían alrededor de Beatrice, ansiosos por escuchar sus relatos. Pero había uno, en particular, que nunca contaba, aunque todos sabían que era el más fascinante de todos: la historia del faro.
El faro de la costa había estado en desuso durante décadas, pero los habitantes del pueblo decían que en noches de tormenta, una luz fantasmagórica brillaba desde su cima. Se decía que en su juventud, Beatrice había amado a un marinero llamado Thomas. Él había prometido regresar después de su última travesía, pero jamás lo hizo. En su desesperación, Beatrice encendía la luz del faro, esperando que Thomas encontrara el camino de vuelta.
Una noche, mientras una feroz tormenta azotaba el pueblo, Beatrice no apareció en la librería. Los niños, preocupados, decidieron ir al faro. Subieron las escaleras de caracol, con el viento y la lluvia golpeando sus rostros, y encontraron a Beatrice en la cima, encendiendo la vieja linterna. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero también de una determinación inquebrantable.
Justo cuando encendieron la luz, una figura apareció entre las olas embravecidas. Era un barco antiguo, deslizándose silenciosamente hacia la orilla. Los niños observaron con asombro cómo el barco se detenía y un joven marinero descendía. Era Thomas, igual que en las historias de Beatrice, como si el tiempo no hubiera pasado.
Beatrice corrió hacia él, y se abrazaron bajo la luz del faro, finalmente reunidos. Los niños, atónitos, comprendieron que habían sido testigos de algo extraordinario. Al día siguiente, la librería estaba cerrada y el faro apagado. Pero el amor eterno de Beatrice y Thomas quedó grabado en sus corazones, un recordatorio de que algunas historias, por más increíbles que parezcan, son reales en el corazón de quien las vive.