Desperdiciamos la vida agradando a los demás. Pasamos más tiempo intentando aparentar ser lo que no somos. ¿Qué somos?
Nada, un pedazo de carne que envejece casa día intentando agradar. Siempre el ser humano ha querido agradar, lo hace desde bebé, nacemos con esa cualidad innata en nuestro interior. Nuestro olor, nuestro rostro indica agradar y así sobrevivimos en esos tiempos tan dependientes de todo.
Por qué si no agradamos nos quieren, no nos cuidan, no importamos, somos olvidados y con ello dejamos de existir. Así vamos creciendo y esa cualidad de agradar sigue creciendo en uno. Debemos agradar a los maestros para tener buena opinión de nosotros, a los vecinos, a la sociedad.
Incluso en los grupos sociales debemos agradar para ser incluidos, resultados, exitosos. No basta con ser buenas personas, lindas por fuera o por dentro. Debemos agradar y todo lo que esto conlleva. De no agradar seremos desechados.
Incluso hay que agradar incluso con tu pareja la mayoría de las veces. Las opiniones cambian, el deseo fluye. Agrandar es la Clave y no la de sol. Fue así que comencé un experimento social. Me inserté en varios grupos sociales y comencé a agradar.
El primero era un grupo de lectores, leí libros, hice amigos y agrade tanto hasta convertirme en líder. Hasta un día que no lo fui tanto y dejé de agradar. La última noche que compartimos los invite a mi rancho. Luego no los vi más.
Seguidamente, fui a dónde modelos, luego de un tiempo subí unas libras y dejé de agradar. Realice una cena en mi casa y los dejé de ver. Lo mismo ocurrió con otros grupos sociales. Luego de un tiempo, aunque tuviera gustos similares y comportamiento igual había algo que traía discordia.
Decide quedarme sola y un chico se acercó, entonces comencé el estudio en una variable y no un grupo. Pasó el tiempo y ocurrió lo mismo, deje de agradar. Lo mismo con más de quince. Abandoné el estudio en me centre en el arte.
Hice esculturas realistas, era de papel maché. Las represente en maquetas de la vida diaria, basadas en mis experiencias sociales con todas las veces que no agrade o agrade y luego no tanto. Tuve mucho éxito, hasta que no agrade dado el caso de mi experimento, aquí no podía ser menos.
Todo fue por una queja que realizó un visitante de mi exposición. El cual alegaba que una de esas obras era su hermano desaparecido hace años. En un inicio nadie creyó, ya que eso era inaudito. Jamás había alguien en su sano juicio que fuera capaz de realizar semejante atrocidad a la vista de todos.
Pero luego de ver que insistía pidieron permiso para comprobar lo dicho. Esto llevó al cierre de mi exposición. Mis obras fueron llevadas a un laboratorio para ser examinada y en efecto tenía razón. Eran humanos todos, embalsamados. Esa era mi obra, gente de verdad. Muchas de ellas.
Gente hipócrita a las cuales quería que todos observaran el rostro de esas personas a las cuales deje de agradar. Al revisar mi casa encontraron a mis padres en sus habitaciones, ellos fueron mis primeras obras y desde entonces solo quiero dejar de agradar.