Ella lo conoció en la universidad, en una clase de literatura. Él era el chico más popular, con una sonrisa que iluminaba la habitación. Ella era la chica tímida, que prefería esconderse detrás de un libro.
Pero un día, él se sentó a su lado y le pidió prestado un lápiz. Y ella se sintió morir. Porque él la miró a los ojos y sonrió. Y ella supo que estaba perdida.
Pasaron los días y ella seguía mirándolo desde lejos. Él nunca se dio cuenta, pero ella lo amaba con toda su alma. Lo amaba por su sonrisa, por su risa, por su manera de hablar.
Un día, él se acercó a ella y le preguntó si quería estudiar juntos para el examen. Y ella aceptó, aunque sabía que era un error. Porque él solo la veía como una amiga.
Pero ella no podía evitar sentirse atraída por él. Lo amaba cada vez más, aunque sabía que nunca sería correspondida. Y así pasaron los meses, ella amándolo en silencio, él sin darse cuenta.
Hasta que un día, él se graduó y se fue. Y ella se quedó con el corazón roto, pero siguió sonriendo. Porque amar es dar sin esperar recibir. Y ella dio todo su amor, aunque nunca fue correspondida.
Años después, ella lo vio en una calle, con una mujer al lado. Y él la miró y sonrió, pero no la reconoció. Y ella se dio cuenta de que él nunca la había amado, pero ella lo había amado con toda su alma.
Y así se dio cuenta de que el amor no correspondido es el más puro, porque no espera nada a cambio. Y ella siguió amándolo, aunque él nunca lo supo.
