El sol se ocultaba tras las montañas mientras el viento susurraba entre los árboles. En aquel pequeño pueblo perdido en el tiempo, Clara caminaba por calles empedradas con una sonrisa en el rostro. Sus ojos brillaban con la luz de la esperanza y sus pasos resonaban con determinación.
En la plaza central, se encontró con un anciano sentado en un banco. Sin pensarlo dos veces, se acercó y le preguntó: '¿Cuál es el secreto de la felicidad?'
El anciano la miró con sabiduría y respondió: 'La felicidad no se encuentra en las posesiones materiales ni en los logros externos. Está en los momentos simples, en las sonrisas compartidas y en el amor que das y recibes. Encuéntrala en cada amanecer, en cada abrazo y en cada acto de bondad'.
Clara asintió, agradecida por las palabras del anciano. Siguió su camino con una nueva perspectiva, consciente de que la verdadera felicidad no se busca, se encuentra en las pequeñas cosas de la vida.
