El amor...
El amor es una melodía, un chocolate compartido al atardecer, el aroma de la tierra mojada después de la lluvia en Buenos Aires. Es una reacción fisica, y química a la vez, una chispa que se enciende con una simple mirada, una palabra susurrada al oído, un roce de manos que eriza la piel y acelera el corazón.
El amor es el comienzo de una historia escrita con lágrimas, ya sean de felicidad o de tristeza, dependiendo del caprichoso destino. Es el dulce tormento que nos hace reír como niños y llorar como adultos, una danza de emociones que nos lleva de la cumbre de la alegría al abismo del dolor en un suspiro.
El amor es el mate amargo que se endulza con la compañía, es el perfume de una rosa que se marchita pero deja su esencia en el aire. Es un mar de contradicciones, donde naufragamos y nos salvamos una y otra vez. Es la poesía de la vida, escrita en versos imperfectos, llenos de borrones y correcciones, pero siempre con la esperanza de encontrar el ritmo perfecto.
El amor es equivocarse, tropezar y levantarse, una y otra vez, como el gaucho que cae del caballo y vuelve a montar con más fuerza. Es el coraje de enfrentar el rechazo y la valentía de declarar los sentimientos, aún con el riesgo de salir herido. Es el juego eterno de las miradas cómplices, de los abrazos furtivos y de los besos robados al destino.
En la inmensidad del amor, nos encontramos con nuestra propia vulnerabilidad, con nuestras cicatrices y sueños. Es el sonido de una guitarra que llora y ríe al compás de nuestros latidos. Es la fuerza que nos impulsa a seguir adelante, a buscar en los ojos del otro el reflejo de nuestra propia alma.
El amor es una vieja poesia, una travesía sin fin que nos transforma, nos eleva y nos derrumba. Es el viento que acaricia el rostro en una tarde de verano, la luna que ilumina nuestros pasos en la noche más oscura. Es el fuego que arde en el pecho, el susurro del alma, el eco de un "te quiero" que resuena en la eternidad.
Así es el amor, una aventura épica y preciosa, donde cada momento se convierte en un verso, cada suspiro en una estrofa, y cada encuentro en un poema eterno.
"Las cuerdas de mi guitarra están llorando"
