Una fatídica noche en la que salí de fiesta con mis amigas a un bar cercano fuí secuestrada. Estábamos de copas cuando decidí salir a fumar. La calle estaba oscura, casi no había personas a mi alrededor. Cuando de la nada sentí unos pasos en mi espalda.
- ¿Tienes para prender? Dijo.
Volteé y lo miré a la cara, llevaba una capucha y en la oscuridad de la noche no podía distinguir su rostro. Sin más remedio y de mala gana saqué mi fosforera para él. En eso otra persona me colocó en el rostro un pañuelo con un olor muy fuerte.
Eso fue lo último que recordé hasta despertar en la cajuela de un auto en movimiento. Lo primero que hice fue gritar y golpear el metal muy fuerte para lograr abrir la cajuela. En respuesta sentí un grito de - Cálmate. Mientras la música iba en aumento cada vez más.
Dentro del auto habían más personas. Podía sentir risas y burlas. Busqué mi móvil pero no estaba en mi bolsillo. Sin mucho más que hacer espere a llegar a mi destino. Estuve inmóvil todo el trayecto. Descubrí en mi costado un destornillador, lo tomé y guardé en mi espalda.
Fue así que planeé mi fuga. Pretendía clavarlo una vez fuera abierta la cajuela y así poder escapar. Llegó el momento, el auto se detuvo y me llené de valor para efectuar mi plan. Vi una luz y unas manos sobre mí, entonces lo hice, lo clave en el hombro de mi raptor.
Se retorció de dolor, salí corriendo sin mirar a atrás, había un pequeño bosque en el costado de la carretera y corrí hacia allí. Detrás mío sentí la algarabía de los chicos, al menos cinco que fueron a ver que había ocurrido. Tres de ellos salieron tras de mí. Me adentre y corrí, corrí muy fuerte hasta llegar a una cabaña.
Parecía abandonada y entre en ella. Fue solo dar dos pasos y de la nada una chica salió a mi encuentro. Estaba vestida vestida toda de negro, con capucha.
- ¿Quién eres? Preguntó
Intenté explicarle lo que me había ocurrido y le insistí mucho para que me prestara un teléfono pedir ayuda. Se mostró receptiva y comprensiva. Me indicó una habitación. La seguí y justo en el fondo sobre una pequeña mesa había un teléfono.
Corrí a tomarlo pero en cambio la puerta se cerró, dejándome dentro. Tomé el teléfono para comprender que era de juguete. Luego de unos minutos sentí ruido a fuera y muchas maldiciones. Eran ellos, los chicos de antes. Sentí a la chica decir muy alegre tenía al corderito enjaulado. O sea yo.
Luego todos fueron a verme por la rejilla de la puerta y uno de ellos, el que había herido entro y me dio varias bofetadas en respuesta a mi ataque.
- Serás nuestra cena, gritaba eufórico.
Todos reían, luego me llevaron atada hasta un gran horno donde me rociaron aceite con especies, me colocaron dentro y prendieron el horno. Un calor sofocante se apoderó de mí. Mi piel comenzaba a doler, sentía que me ahogaba. Luego desperté, estaba en la arena dormida sin protector solar, había sido un mal sueño.
