Soy un joven de 45 años, al que la vida le ha dado una segunda oportunidad.
Desde joven, viví una vida entre el trabajo y el alcohol. Soy irresistible a los encantos de las mujeres. Tengo cuatro hermosos hijos, son todo mi orgullo.
Me he negado a aceptar que soy una persona con diabetes, para mí eso es un invento de los medicos. Por eso como de todo hasta hace dos meses.
Por descuido, una simplene cortadita en un dedo trajo tristeza y mucho dolor en mi vida.
A raíz de eso, el pies se me infectó, se fue hinchando y poniendo negro, yo no hacía caso, para mí todo era un chiste.
”Pronto sanará", esas eran mis palabras. Casa día iba empeorando más, hasta que ya me estaba asustando, y me fui a casa de mi madre, dónde ella me cuidaba con todo el amor del mundo.
Llegué con unos temblores, mi pobre vieja, lloraba al verme así. Hasta que me llevaron a otro médico que duró un mes luchando. El diagnóstico no fue bueno, ya que podía perder el pies.
Estaba asustado, con el tiempo, no veía gran mejoría y el pies estaba tomando un olor a pudrefato.
Mi familia, rápidamente buscó otras opciones, me trasladaron a otra clínica, dónde aunque perdí un dedo, pero me salvaron la pierna.
Conciente de que debo cuidarme, empieza un nuevo viaje, ya que, ahora estoy a punto de quedarme ciego de un ojo. Si me preguntan, tengo miedo, mucho miedo
No puedo volver atrás, pero puedo hacer las cosas mejor.
Por mí por mis hijos, mi madre, mis hermanos y aquellas personas que estuvieron conmigo cuando más les necesité.
A ustedes que me leen, no importa que sencilla sea una dolencia, pongan atención a las señales el cuerpo. Recuerden casa persona es diferente.
Recuerden, el amor y la unidad en la familia es lo más importante para superar cada obstáculo que se nos presente en la vida.
