Algo en mí esta mal lo sé. Disfruto la soledad, lo oscuro y triste. Me enojo cuando hay mucho ruido o mucha gente. Suelo ir solo por la vida, jamás acompañado. No siento ni padezco mucho, solamente lo justo. Casi nada me atrae, ni me emociona, excepto ver gente.
Tengo una extraña obsesión me persigue desde joven. Me gusta cambiar de barrio cada cierto tiempo. Alquilo un pequeño lugar para mí, en un vecindario o un edificio con otro justo al frente. Tomo un trabajo que no me robe mucho tiempo en las noches.
Esas son las horas que dedico a buscar a mi inspiración. Lo que me mantiene vivo. Con unos auriculares observó a mis vecinas. Elijo a las más jóvenes, que vivan solas. Luego cuando me aseguro que no tengan pareja intervengo.
No me cuesta mucho encontrarlas, ya que hoy en día las mujeres quieren ser independientes, no quieren depender de un hombre, pero en el dinero si lo desean. Ya tenga experiencia en seducirla y no tardan en caer en mi juego.
Lo que más disfruto es el inicio, la casería, el juego de deducir. Las invito a salir y me voy ganando si confianza poco a poco. Quedo con ellas en restaurantes, ferias, lugares lejanos a la zona en que vivimos. Jamás las busco en su casa, tampoco digo que vivo cerca.
Al fin me llevan a su casa y así comienzo a poseerlas noche tras noche. Nunca me he enamorado así a fondo de ninguna. Seguimos de novios, pero nada formal. Las pongo a prueba, les doy su espacio y las vigilo desde mi ventana para ver si me son fieles.
Nunca aprueban, con el tiempo que no es mucho veo como me traicionan con otro hombre, mientras me escriben un mensaje de texto con una escusa barata que finjo entender. Pero ver cómo soy engañado me da un nuevo aire, mi sangre corre con más fuerza.
Luego espero mi momento, nos reunimos como si nada hubiera pasado, pero si pasó. Lo vi desde mi ventana como otro hombre tocó su cuerpo y besó la boca que ahora me besa a mí. Fijo que todo está bien y nos vamos a su casa, como siempre.
Entonces ahí en el calor de un orgasmo pongo la almohada sobre su rostro hasta que dejan de luchar, su cuerpo se paraliza y mi corazón se detiene, es un placer indescriptible. Luego pongo en la pared la frase.
Una zorra menos
Hasta ahora la policía no ha dado conmigo ni una sola vez. Cada vez que cometo un homicidio me mudo de ciudad, pero luego regreso. Odio a las mujeres hipócritas que juegan con los hombres, los usan y traicionan. Se pasan la vida criticando cuando son las ofendidas, pero cuando e al revés igual quieren ser las víctimas.
Todo iba bien hasta que me encontré con Ania. Ania no traicionaba. Por más que la dejaba sola me era fiel. No había motivo para matarla, entonces creí que era la indicada. Me casé y nos mudamos juntos. Aún seguía con mi antigua obsesión. Tenía un trabajo que me dejaba ausentarme varios días a la semana.
Seguía casando infieles. Hasta una noche que regrese a casa. Ania tenía una sorpresa para mí. Estaba con una lencería preciosa. Me ató a la cama y tuvimos el mejor sexo de toda manera vida. Luego sin previo aviso tomó la almohada y me asfixio. Ania era igual que yo, casaba a los infieles, esa era su obsesión.