Quedé atrapada en un laberinto de emociones, eran muchos sentimientos encontrados. Las paredes eran de humo tan altas y densas que no podía traspasar. Mi cuerpo pesaba tanto que era incapaz de reaccionar y caminar. Luego de varios intentos al fin pude echar andar.
Caminé sin rumbo fijo en línea recta, hasta que me topé con la primera pared que impedía el paso, una saeta marcaba el camino hacia la derecha, pero un cristal en forma de cascada impedía mi paso. Luego comprendí que estaba hecho de lágrimas y no de vidrio. Eran mis lágrimas, aquellas que vertía en silencio en mi habitación.
Sobre la puerta había un cartel que decía familia y comprendí cuan decepcionada estaba de ella. Resulta que al morir mis padres mis hermanas se pelearon por sus bienes, fuimos a juicio y todo. Ellas luchaban por tener la mayor cantidad de propiedades y dinero que habían dejado en el banco, ya que no había testamento.
Yo me hice a un lado y las dejé a su suerte para que la ley decidiera el destino de las posesiones. Pero desde ese momento una parte de mi corazón se hizo pedazos y no podía mirarlos con el mismo cariño de siempre. No fueron capaces de compartir entre nosotras de una manera civilizada. Llegando a sacarse los peores secretos entre ellas con tal de obtener el premio.
Deje ir ese sentimiento profundo, lloré mucho ahí mismo. Luego de un rato vi que se derretía la puerta y pude seguir mi camino. Al liberar ese sentimiento me sentí algo aliviada. Seguí mi camino hasta ver la siguiente puerta. Esta decía amigos y recordé las veces que entregué todo a una amistad y cuando más la necesite me dieron la espalda.
Deje ir todos los recuerdos en los que me fallaron como amigos, a pesar de que lo di todo por la relación. Las veces que no recordaron mi cumpleaños, cuando tuve mi primer Hijo y todos me dieron la espalda por tener una vida aburrida y monótona, cuando fuimos de fiesta y me pidieron prestado, dinero que jamás devolvieron. Liberé ese sentimiento y la puerta se derritió también.
Luego de muchos túneles, llegó otra puerta. Relaciones amorosas. Recordé cuando me limitaban a expresar mis gustos. Hacer lo que me gustaba por complacer a un hombre. Soportar gritos por querer tener la razón. Decir cómo debía vestir. La vez que me traicionaron con mi mejor amiga en mi propia casa. Una vez más la puerta me dio el paso.
La próxima fue el trabajo. Recordé que mientras fui útil era la mejor, pero si enfermaba por mucho tiempo ya estaba rindiendo menos. Las veces que perdí empleo por faltar por mis hijos enfermos. Dejé ir ese sentimiento y pude pasar sin problemas.
Lo próximo fue expectativas. Allí comprendí que si me hacían daño era por qué yo quería. Imaginar y un final para un actuar mío no era la realidad esperaba y eso causaba un sentimiento negativo en mí. Dejé ir la espectativa de lo que espero de los demás, entonces me sentí liviana, libre y feliz.