Asael nunca tuvo que nacer, Asael principalmente nunca tuvo que ser consevido, Asael una a criatura que nunca se mereció nacer en este mundo
Era pleno siglo XIX cuando nació un ser que fue considerado por el pueblo como un maldición ese fue nombrado con el nombre de Asael ni siquiera llevaba un apellido decían que no se merecía el nombre que cargaba, vio morir ahorcados a sus padres por consevir a un engendro del mal, también observo los ojos inyectados en sangre de sus progenitores desde la lejanía quizás se pregunten que tiene Asael que es considerado el mismísimo hijo de Lucifer pues unos bellos ojos color zafiro y un cabello cubierto de ebras blancas.
Un chico que camina sin noción de su terrible final cantando alegremente entre los valles, un ser que le danza al sol, al aire y al agua. Una belleza considerada hasta por Dios pero un hijo del caído por los que no saben nada,de los ignorantes sin alma
Pero alguien si reconoció esa belleza en el mundo terrenal un leopardo albino, dicen los rumores que se conocieron cuando el leopardo fue herido por cazadores y ese chico lo salvó de su terrible final el nombre de esa criatura mitológica era Kaiser que desde el primer momento quedo flechado, desde ese día bagaban los dos sin rumbo alguno, pero guardaban secretos quizás un amor prohibido entre distintas especies, tal vez un amor fraternal entre hermanos de diferentes madres. Siempre los dos juntos rara ves se les veía separados convivían en el bosque ninguno era aceptado por la sociedad así que decidieron compartir su sufrimiento en la soledad de su compañía, del apoyo que se brindaban el uno al otro.
Pensaron que su amor duraría para siempre pero fue destruido por cenizas que albergaban en su interior, la noche anterior se susurraban palabras que nadie comprendía, se objetaban un "para siempre" en el silencio.
Sus cuerpos desmembrados fueron observados por miradas de asco puede ser que osadía aunque en el furor de sus vidas pasajeras nacieron rosas de cristal color carmesí tan brillantes como los ojos de Asael tan candentes como el fuego y tan vivaces como la sangre brotada de los cuerpos que para los creyentes ascendieron al paraiso