Nos pasamos la vida aplazando lo que realmente quiere, postergando lo que nos gusta para luego. Nos concentramos en la casa, el trabajo, la renta, llegar a fin de mes. La escuela, el carro, las cosas de adultos responsables que somos. Donde olvidamos el niño o la niña que una vez fuimos.
La dejamos olvidada en una gaveta, bajo mil llaves. Los sueños por cumplir. Los viajes por hacer, la vida por vivir. Son pocos los que realmente pueden darse el lujo de disfrutar la vida, relajarse como es debido y disfrutar. Claro el dinero cuenta, los afortunados lo saben, pero en realidad no cuenta tanto.
Solo hay que ver cuando nos enfermamos, seguimos viviendo. Sin trabajar, sin organizar la casa. Es en ese momento cuando vemos quién es verdaderamente un amigo, un familiar, alguien que nos quiere bien y se preocupa por nuestro bienestar.
Pero también nos abre los ojos a lo que no debemos caer. Al final cuando dejamos de ser útiles, la vida sigue. Nos cambian por otro en el trabajo, el marido se va, la gente se olvida de ti. Entonces por qué no hacer lo que nos place sin importar lo que piensen los demás.
Está el subconsciente arraigado, somos seres que necesitamos aprobación. Necesitamos mostrar una imagen perfecta al público, imagen que nos puede causar pesar, pero ese es el protocolo promedio de las perspectivas.
Solo algunas pocas rompen los cánones de la media y se aventuran hacer los que les place. Entonces sin llamados locos, mala influencia, rechazados. Mejor ser un loco de la vida por hacer lo que realmente queremos, por ser fieles a nuestro ideal que un perfecto extraño arrepentido, triste y marchito por fingir ser lo que no somos.
También nos enfocamos tanto en lo material, tratamos de lograr cosas materiales con tanto ímpetu que nos olvidamos de la parte espiritual. Un beso a los hijos, un abrazo a un padre, un saludo a los vecinos. Entonces cuando no estén lamentamos no haber disfrutado cada momento a su lado.
Las personas se mudan, los hijos crecen, la familia se acorta, por ley de la vida. Y nosotros cada vez nos volvemos mayores, más años de vida caen en nuestros hombros y muchos de nosotros nos preguntamos qué hicimos con nuestro tiempo valioso de vida.
Al llegar a la vejez y tener tanto tiempo libre, recordamos nuestro recorrido, cosas buenas, cosas tristes, nuestra vida. Entonces la experiencia de lo que realmente importa viene con la edad. Comienza los reproches de lo que pudo haber sido y no fue.
Somos de naturaleza inconforme, incluso sin darnos cuenta. De todo nos aburrimos, hasta de estar bien. De la tranquilidad, de todo en general. Necesitamos algo que nos haga levantar cada día, un motivo para seguir, una meta que cumplir, un sueño que cumplir.
Por eso es mejor hacer lo que de verdad nos place y arrepentirnos luego, que arrepentirnos de nunca haberlo hecho. Olvidarse del que dirán, al final los que juzgan son seres inconformes con su vida que necesitan de eso para vivir. Debemos concentrarnos en lo que realmente nos importa, porque sin darnos cuenta, la vida pasa en un segundo