Cuenta la historia que Apolo, dios de la música y la poesía, hijo de Zeus y Leto, alguna vez se burló de Eros, también conocido como Cupido.
Un día, Cupido encontró a Apolo en el bosque, al mismo tiempo que a una hermosa ninfa de nombre Dafne. Y en venganza, disparó dos flechas. Una de oro a Apolo y otra de plomo a Dafne. Como consecuencia, Apolo quedó perdidamente enamorado de ella, mientras que el efecto que producía la flecha de plomo en la nereida era todo lo contrario; no podía sentir más que repulsión por el dios de la poesía.
Así, Apolo intentaba conseguir el amor de Dafne, de una manera demasiado obstinada… por lo que un día, mientras la perseguía por el bosque, Dafne le pidió auxilio a su padre, el dios del río. Entonces, justo momentos antes de que Apolo pudiera alcanzarla, Dafne fue convertida en un bello árbol de laurel.
Devastado, Apolo prometió llevarla consigo siempre. Y así fue como decidió que siempre tendría una corona de laurel en su cabeza, al igual que todo aquel guerrero, atleta, poeta o cantor que triunfara y fuera merecedor de portar a su gran amor.