Al tenerla parada en el umbral de la puerta, pensé lo peor, que venía a hacerme algún reclamo por estar espiando sus movimientos, pero su invitación me sorprendió y me dejo atónito, sin poder pronunciar palabra en ese momento.
Sorprendido por su presencia y la situación, el shock impactante fue tan grande que solo me paralice. La miraba de arriba abajo, vestía una gabardina gris larga que se ataba muy justa con su cinturón a la altura de la cintura, zapatos de tacón negro y medias negras, su rostro suave de tés blanca, ligeras mechas rubias en su cabellera, de estatura promedio para una chica, un poquito más de 1.60 m.
Al ver que estaba sorprendido sin decir nada, posó su mano izquierda en mi pecho y dio un paso adelante empujando mi cuerpo al interior de la casa, cerrando la puerta a sus espaldas.
— ¡Soy Angélica! Pronunció
Sostuvo mi rostro con ambas manos y comió mi boca con un apasionado y lascivo beso, de esos que se degustan con sabor a lujuria, de los que te quitan el aliento y te arrancan suspiros, su bífida lengua sabía lo que hacía, mordisqueaba mis labios, y mientras los besos entre ambos surgían en ese descontrolado momento estando de pie, rozaba su pierna a la mía alzándola para envolverme con ella y pegarme más a su cuerpo.
Su destreza al besarme encendía el fuego interior de mi cuerpo y denotaba como de a poco la excitación del mismo se iba marcando dentro de mi pantalón. Sujetaba mi rostro con una de sus manos y exponía mi cuello en el cual con su traviesa lengua jugaba hasta llegar al oído y susurrarme exclamó:
—¡Enciende la música que hoy voy a bailar para ti!
Empieza a sonar la música, mi lista de reproducción en ese momento era propicia, que mejor, que la banda reina de Rock and Roll, imaginen como cae su gabardina al suelo mientras suena "Cool Cat", y deja ver que apenas llevaba debajo una ligera ropa de encaje de color negro. Que los movimientos de su cuerpo eran el fuego que encendían las hogueras de mi infierno, entre movimientos sensuales y juegos con una ligera silla que uso para provocar aún más los demonios que se apoderaban de mi cuerpo, y una a una se iba desprendiendo de sus íntimas prendas.
Ardía, sudaba, mi corazón palpitaba queriendo salirse de mi pecho, mi sangre fluye hinchando cada una de mis venas y las cavidades se dilatan exponiendo mi virilidad al máximo, la música siguió sonando y de mis prendas me fue despojando, su cuerpo ardía en las llamas de la lujuria y allí mismo en ese enorme sofá donde recostado estaba, tomo posesión de mí, subiendo a mi regazo cabalgando sin compasión, sus brutales movimientos de caderas eran volcán en erupción, jadeando sin control clavando sus uñas a mi espalda como gata en celos, explotando en interminables orgasmos, derramando su lava ardiente sobre mi vientre y mi pelvis.
Ese fue solo el comienzo de una noche de locura y descontrol, nunca había tenido una noche así, que no fuera yo quien llevara el control desde el principio, pero solo me entregué a su lascivo juego, hasta que sació su sed de mi carne y mi cuerpo, se desplomó a un lado en el sofá con sus piernas temblorosas, pero de verdad quería explorar su cuerpo y perderme en sus pronunciadas curvas, me recosté a su lado y con suaves caricias fui sumergiéndome en ella, recorrí su espalda, sus montañas, el valle que me llevó a su desolado abdomen y recorrí el río entre sus piernas hasta llegar a su oasis de pasión donde a placer me dejó beber de él, donde sacie mi lujuria hasta sentir que me desbordaba por la comisura y por mi cuello corrían sus aguas.
Volteé su cuerpo y con ella bocabajo, volví a hundirme en su interior, donde la posición del dragón la hizo explotar nuevamente de placer y pasión, donde nuestros infiernos hicieron erupción en llamas juntos y nuestros demonios se juntaron todos para esparcir sus gemidos y jadeos lascivos, y desatar una exquisita lluvia de deseos.
Amanecimos abrazados como dos amantes descontrolados, que se dejaron llevar por el deseo de saciar su sed de se-xo, solo qué, para ambos fue una noche que no se podrá borrar de la retina y de la memoria, porque quien expone todo su perverso infierno en una sola noche.
Antes de marcharse solo me dijo que tenía que ir a dar clases, ya que era profesora en la universidad.
#3
Luego de aquella espectacular noche de lasciva lujuria que pasamos juntos y amanecimos enredados en nuestros cuerpos y en la manta que cubría el sofá, seguimos viéndonos como dos amantes que se comían por completo cada vez que estaban juntos y a solas, aunque ninguno de los dos tenía compromisos a partes, eso nos ponía de morbo a tal punto que ese juego perverso era la excitación más sublime que le podía suceder a nuestros cuerpos.
Seguíamos acechándonos por las ventanas sabiendo que ambos estábamos ahí mirándonos cada vez que la lujuria se apodera la carne y te lleva a recordar algunas caricias donde tus propias manos se convierten en aquellas que te acarician cuando se está piel con piel, con otra persona.
Eso se había convertido en nuestro juego más perverso, más caliente, la adrenalina que te produce el pensar que alguien te está viendo a escondidas cuando te satisfaces y provocas tú mismo tu infierno y dejas salir a la luz tus más perversos demonios, el lívido se eleva al máximo...
Eso lleva a que cuando nos encontramos desnudos, queramos todo y más.
También empezamos a compartir más alguna que otra cena, las charlas interminables, anécdotas y risas. Secretos que salían a la luz y cosas que nos hacían reír de nosotros mismos, como también alguna que otra fantasía sin cumplir, algunas muy locas y arriesgadas que sin lugar a dudas te dejan pensando, como cuando me dijo que su mayor fantasía era hacerlo en la universidad en el salón de clases.
Eso me hizo planear todo para poder cumplir esa fantasía que también se había convertido en la mía, pregunte sus horarios y más para poder llevar a cabo eso deseado... Me dijo que había un día que entre clase y clase tenía una media hora libre, que ella se quedaba en el salón a preparar todo para recibir a los siguientes alumnos, pues me preparé y me vestí acorde de cuando estudiaba, arreglé mi cabello, camisa blanca, corbata negra a medio ajustar, pantalón cargo de los modernos que el corte de tiro que tienen te dejan ver un poco más tus atributos y tenis blancos. Fui hasta allí y me colé como un estudiante más en la universidad y busque el salón, me metí a su clase, y me senté al fondo.
En un momento en que todos estaban sumergidos en sus tareas, me puse de pie y le pregunté:
—¿Profe, puedo acercarme, hay algo que no entiendo?
Su cara al verme, fue un simple y espectacular poema, entre asombro, alegría y deseos, en su lujuriosa sonrisa, sus ojos marrones de profesora seria y correcta, se transformaron en ojos de gata, de gata en celos, esos que te seducen mirando por encima de los lentes y te provocan una erección sin siquiera tocarte.
Me acerqué a su escritorio y me paré a un lado de ella, puse una mano en su espalda y con la otra señalé la hoja fingiendo lo que no entendía, me arrime a su oído y le susurre:
—¡Hoy vas a ser mía y cumpliremos esta fantasía!
Mientras me mira con asombro y una lujuriosa sonrisa, más me animaba a susurrarle:
—Te tomaré aquí, encima de este escritorio.
Y a la vez me pegaba a su brazo y sutilmente me restregaba en él, para que sintiera el bulto debajo de la bragueta, y con esa mano pegada a su espalda, pasaba mis dedos por su columna y la llevaba suavemente sin que nadie se diera cuenta a los pelos de la base del cuello y la nuca.
—Quiero comerte y morderte, mientras jadeas de placer, mira como se hincha, palpita y pide por ti mientras hablamos. Termine susurrando
—¡Siéntate! Susurro.
Ya me estás mojando, solo con tu presencia ya estaba húmeda, pero ahora ya ni mis bragas contienen tanto deseo.
Esperamos a que la clase se retirara y allí mismo en aquel escritorio se desató el mismo infierno, la besé con desespero, ya las ganas no se aguantaban dentro de mi pantalón y dentro de sus bragas, metí la mano debajo de su falda para comprobar que era cierto que estaba mojada y sus aguas ya habían traspasado la delicada tela de sus bragas, se las arranque de un solo tirón dejando al descubierto toda su flor, la cual lloraba de deseos con ansias de sentir la pasión que tenía contenida en mi pantalón.
Apreté sus rígidas y erectas perlas de sus pechos, mientras besaba y mordía su boca, la respiración se entrecorta entre ambos por la lujuria de los besos sin dejarle decir palabra, aprovechar el tiempo era inminente y recosté su vientre al escritorio, subí su falda y sus labios ya esperaban húmedos y prontos para ser sometidos a los delirios, sujete y amarre sus cabellos para con un certero empujón me hundiera hasta lo profundo de su cuerpo, con cada vaivén se sentía como chapoteaba en sus aguas, sus susurros gemidos me ponían cada vez más lujurioso y solo quería escuchar como gemía, azotando su delicioso corazón recibido sus nalgadas una y otra vez hasta quedar colorada y cinco dedos como indeleble tatuaje.
Sujete sus cabellos y de ellos firme tiré para que sintiera el placer de cada azote de mis caderas hasta que en un unísono y espasmódico orgasmo, explotamos entre jadeos y temblores de piernas, como si un terremoto sacudiera el piso debajo de nosotros.
Luego de tan famélica escena de dos locos por placer y deseos, acomodamos nuestras ropas antes de que llegaran los demás estudiantes al salón, solo que ella quedó sin protección debajo de su falda al arrancarle las bragas de un tirón.
Le doy un beso de tal forma que volví a comer su boca y solo le dije:
—¡Fantasía cumplida! Nos vemos luego y podemos ponernos de acuerdo cuál será la siguiente...