Las malas lenguas o lenguas de la razón suelen decir que un monstruo no se hace con el tiempo sino nace siéndolo. No sé cuánta veracidad tendrán estas palabras, porque de ser así, mi parte monstruosa llevaba oculta en mí más de 20 años. Me atrevería a decir que lo ocurrido esa tarde había sido más culpa de las circunstancias que del mismo hecho en cuestión. Sólo, dejé fluir todos y cada uno de los pensamientos que me tenían acorralada en mí misma.
Sin escatimar daños o prejuicios le di fin a sus míseras vidas. Sus cuerpos sin vida desparramados por toda la sala en conjunto con mi aliento algo acelerado, hacían una hermosa y tétrica armonía. No considero que haya sido en vano. Su sucia, pero calentita sangre se hallaba llenando la bañera en la que llevaba horas introducida. El líquido cubría todo mi cuerpo hasta el cuello, en vez de retirar la sangre que había quedado manchando mi cuerpo, me introduje totalmente en ella. Por algún sitio en la web había leído de que era rejuvenecedor.
Ahora te cuento como fue que gracias a la infidelidad de mi mejor amiga y mi novio terminé convertida en su verdugo. Había quedado con mi pareja en tener una noche romántica, recién había salido un nuevo contrato en mi empresa así que tenía ganas de celebrarlo, tenía pensando trabajar hasta tarde con la preparación de la campaña y tal, sin embargo con la ayuda de mi equipo terminé bastante temprano. Al hallarme en esa situación quise darle una sorpresa a mi novio, la verdad es que el destino es una perra, quien terminó casi con la quijada encajada en el suelo con tal espectáculo fui yo.
Pasé por una tienda de vinos de un amigo, al cual inquirí acerca de su mejor ejemplar en el cual me gasté buena pasta. Con sigilo me introduje en nuestro departamento, dejé las cosas sobre la mesa y atareada con no hacer ruido no había captado que ya sonaba algo de fondo. Eran gemidos, sonidos de choques de piel, jadeos y quien sabe par de cachetadas. Quería hacerme creer a mi misma que quizá el sólo estaba viendo alguna película de cine para adultos para entretenerse mientras no estaba.
¡Qué ilusa!
Sí, él disfrutaba de una película no apta para menores de edad, pero no a través de una pantalla. Ese sucio infiel se encontraba enrollado con nada más y nada menos que con la zorra que solía llamar mi mejor amiga.
¡Qué cliché!
Lo peor de todo fue que ni siquiera notaron mi presencia, siguieron fornicando en mis narices, en mi cama, mi casa, con mi novio. Con mucho más cuidado del que ya había tenido, fui hasta la cocina a por un rodillo. Al regresar, ella estaba encima de él, dando lo mejor de sí como la puta que era. Él estaba tan metido en ella, como en sus pensamientos. No fueron ni siquiera conscientes de mi aparición. No se dieron cuenta de mi presencia y mucho menos se advirtieron cuando la rubia recibió un certero golpe en la sien, quedando inconsciente al instante. Él gritó despavorido, era notable su miedo ahora que sabía que estaba allí, frente a él, con más ganas de matarlo que sangre corriendo por mi sistema.
Tal vez fue el miedo, quizá el ensimismamiento o sólo el shock lo que lo dejó inmóvil, aunque a mí me sentó de maravilla. Asimismo lo hice quedar de ojos cerrados sobre la cama. Para hacer tiempo y ejecutar mi no muy elaborado plan, introduje una jeringa en sus torrentes sanguíneos con un calmante fortísimo que me daría una brecha de al menos tres horas para acomodar todo.
Habiendo organizado lo que necesitaba, lancé par de cubos de agua a sus rostros para así acelerar la apertura de sus ojos. Ella ya había sido atada en una cruz al estilo Jesús con unas sogas, totalmente desnuda, justo cómo la había encontrado hacía un rato. Él estaba encadenado a una silla de pies y manos.
Le propiné par de cachetadas a la chica para que terminara de reaccionar y pudiera observar lo que ocurriría. Debajo de él había una enorme vasija que sería la encargada de almacenar su sangre.
Me aseguré de que estuviera en su total lucidez cuando agarré unas enormes tijeras de jardinería y sin pensarlo ni una vez lo dejé sin miembro, que cayó inerte al pozo de sangre en el que se había convertido el asiento. Le aplicaría una vieja técnica que por ahí había leído aplicaban los nazis (sí, leía mucho), creo que su nombre era "el chaleco" . Ahora su pene adornaba sus labios asemejando un tabaco. En su abdomen, trabajado por años de gym, realicé dos profundas cortadas en donde introduje sus manos, como cangurera de un abrigo. A estas alturas el cuarto era un concierto de gritos de parte de ella, porque él ya no contaba con las fuerzas suficientes.
Supe que no volvería a respirar o quejarse de dolor cuando vi que sus ojazos color esmeralda perdieron el brillo de la vida.
Con la chica tardé un poco más. Atada en la cruz no tenía manera de moverse o defenderse. Agarré un cuchillo despalmado que tenía para ocasiones especiales y con deleite me entretuve con los cortes de sus tendones. Para mantenerla el mayor tiempo posible consciente la hice contar de manera regresiva desde el mil, de tres en tres. Agazapados ambos cuerpos, sumidos en la muerte y llegando a donde supongo merecían estar (el infierno) por fin pude descansar menuda en la bañera carmesí.
Cualquier persona normal se estaría sintiendo culpable, no era mi caso. Mis antecedentes me impedían sentir una pizca de remordimiento, pero eso no quitaba el que me pusiera a sobrepensar acerca de qué sería de mí ahora. De seguro iría a la cárcel, o algo peor, me condenarían a pena de muerte.
Pasaba de someterme a tales fines. Reuní un poco de coraje y en aquella tina desbordada de la despiadada sangre que había extraído de sus cuerpos, le dije adiós a mi vida. Me despedí de mi fortuna, de mis logros, a fin de cuentas nada me hacía sentir bien. Me fui de este mundo a divagar por uno desconocido. En donde me convertiría en un alma en pena que abogaría y castigaría a los infieles de este planeta.