Miré a los ojos a la chica frente a mí y nunca imaginé que el miedo que alguien me tuviera sería tan satisfactorio . Sus ojos vidriosos eran un claro poema de súplica por que la liberara , pero la sensación que me hacía sentir era demasiado abrazadora como para dejarla ir .
El cuchillo entre mis manos brillaba al ser iluminado por la tenue luz del sótano , para que no fuera opacado ese brillo , limpio los restos de sangre que dejaron sus heridas con la esquina de mi suéter . A paso lento y asfixiante me acerqué a ella , hice una profunda incisión en su vientre y dejé que el líquido empapara mis manos , llevé una de mis manos a mi boca y saboreé el acuoso carmesí que se depositó sobre uno de mis dedos .
¿El sabor? No me era para nada desagradable , mis papilas gustativas se deleitaron con el penetrante sabor a hierro .
Los gritos de la chica no se hicieron esperar y aún no entiendo el porqué , pero ese mero hecho hizo que mi ira se disipara pero mis ganas de matarla fueran en aumento .
Blandí el arma en su cuello y como si de una fuente se tratase , su sangre salió a chorros y el brillo de la vida abandonara sus ojos .
Abrí mis ojos y luego de que mi vista se aclarara vi a la doctora adentrarse en esa estúpida sala de hospital . Otra vez soñé que la mataba .