Relato del libro La amante del monstruo
Yo sí y tú no
—No me interesa si te engañe,
lo hice porque quise, porque pude
y por pinches ganas, no te daré pretextos ni escusas bajas.
—¿Entonces es así, así nada más? Y pretendes que me quede como tonto, te perdone y siga como si no hubiera pasado nada, y que te siga queriendo como siempre
—Tienes de dos, me disculpas y lo superas o aquí la dejamos, además no te engañe con cualquiera, para que no te sientas tan mal
—Y con ese cinismo esperas que no me pase nada, que no sienta nada que lo deje pasar y ya, ni siquiera puedes ocultar tu sonrisa de satisfacción por cøger con otro cabron
—Que te digo, solo es así, sé quizá que fue un error, un error que cometí varias veces, pero para no volver el amor una monotonía hay que darle un giro, y alimentar las perversiones, me acordaba de él a veces, cuando cogíamos y no me era suficiente para lubricar y sentir placer
—Ya no digas más, está bien así, me tomará un tiempo pero creo que puedo seguir
Pero al cerrar los ojos, al quitarse la ropa ellos ya no eran los mismos, él quería vengarse, que sintiera lo que él sintió cuando se lo confesó, que ella viera como también se puede coger a otra a otro, por qué ella sí y él no, y ella, vaya, ella después de haber probado otro miembro, otra boca, otra cosa parecido a sentirse querida, quería más, otra cama nueva, mentiras piadosas y sentirse deseada.
Así que sí, él tuvo algunos encuentros eróticos sin llegar a la penetración, incluso un hombre le llamó la atención, pero nada le hacía salivar más que una buena vâgina, aún pese a sentirse traicionado no había sido capaz de tocar otra boca, quizá por cobarde, quizá por falta de oportunidades.
Y ella, bueno ella no esperaba que las oportunidades se dieran, ellas las provocaba, hombres alfa, seductores profesionales, cuerpos que matan y orgasmos regalados, le gustaba ser una puta en la cama y subía su excitación cuando sabía que era prohibido que ser infiel podría ser el final de su relación pero también le daba vida, su vagina se mojaba cada que recordaba las aventuras con sus amantes, eso le ayudaba a coger a su marido sin vomitar al instante, aún no sabía porque se quedaba pero es mejor follar sin amor que el qué dirán del divorcio.
Pero como todo hombre él no pudo soportar mucho, así que busco una mujer, una que se le antojara, parecía que ya había pasado todo así que organizaron una reunión para celebrar la ocasión, amigos, familiares y amigos por montón, felices todos, iba terminando poco a poco y la gente retirándose, excepto su mejor amiga que ya ebria y sin saber el plan se fue a dormir.
Entró a su habitación, el miembro a media erección vio su trasero, que para él era suculento, se frotó por encima del pantalón mientras con otra mano le tocaba el trasero, era excitante ser descubierto, pero su esposa entró y lo saco, así transcurrió la noche hasta que el alcohol los traicionó, ella y él y la invitada de la noche, cuando se dieron cuenta ya estaban en un trío, él besaba el clítoris de sus esposa, y la invitada le practicaba un oral en el miembro erecto, lo que empezó como un encuentro fortuito se había convertido en una orgía apasionada, follaron con ganas, ellas se dejaban llevar, los gemidos los ahogaban, mientras la invitada estaba empinada y él le daba duro la esposa estaba acostada recibiendo el oral de la boca femenina de su amiga, frotando sus pechos y viendo como su marido se cogía a otra, fluidos por todos lados, sudor y condones tirados, a él le gustaba ver cómo ellas se besaban, se masturbaban una a la otra y luego lo veían como presa para devorará su miembro duro y erecto, húmedo hasta dejar escurriendo su boca, todo iba bien, varios orgasmos en el aire y de pronto de un brusco movimiento la esposa se retiró los vio coger y el pudor se apoderó de ella
—¡Co-ge-telo!, Co-ge-telo yo ya no quiero
Un silencio incómodo se cimbró en la habitación pero era tarde ellos estaban tan excitados que solo preguntaron
—¿Estás segura? Yo sí quiero terminar
Asintió con la cabeza y ellos no replicaron
Su amiga, la invitada, la caliente, la pu-ta, como quieran decirle ya estaba casi llegando, se montó sobre él y como loca movía el cu--lo, lo besaba y mordía, rasguñaba y jadeaba, se metía el miembro y se lo sacaba a su antojo hasta que se vino en chorro, un squirt le había provocado, él la empino con la cara frente a su mujer, le dió tan duro que las nalgas y senos rebotaban en sincronía, mientras él le daba nalgadas y le decía —Ve cómo me la cojo, ve como le gusta mi falo, ve como se retuerce de placer, como gime, como grita y no quiere que se lo saqué, ¡Mirá cómo me cojo a otra y no tengo que esconderme como lo hiciste tú! Y así fue como explotó en una gran erección, todo ese líquido blanco cayó sobre el trasero que le habían llevado para cogerse.
Lo demás de la noche estaba borroso pero a la mañana siguiente la esposa hacía una maleta y despertaba a su amiga para que se fuera, rompió cualquier lazo y la culpo incluso de su separación, le dijo que ella lo provocó, que ella se lo co-gió y que no tenía perdón.
—Qué estúpido, qué estúpido pensaba su amiga, me equivoqué, pero no solo fui yo, co-gíamos tres, y yo te pregunté sí estabas segura desde antes de empezar, igual no importa, te indignaras.
Así paso el tiempo y ella jamás quiso volver a ver a su amiga porque era más fácil culpar a alguien más que aceptar que fue culpa de todos y que también lo disfruto.
Y hoy que la volví a buscar me doy cuenta que las mujeres somos inmaduras, vengativas y rencorosas, nos gusta hacer y que nos perdonen, pero cuidado y ellos la cag-uen porque no sabemos disculpar.
Como toda buena mujer y mala pu-ta, ella dijo; ¡Yo sí, pero tú no!, y estoy tan segura de la historia, porque esa amiga era yo.
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Libro La amante del monstruo