El viento azota con fuerza mis ventanas, parece que las quisiera romper, mientras miro las fotos que encontré en aquel trabajo de hace años. Dios, me veía bien en esos momentos, era lógico, no tenia más de 5 años, me preguntó ¿Que me pasó? ¿En qué momento me volví tan no se, tan distinta, tan diferente? ¿En qué momento me olvidé de sonreírle a mis problemas?.
El viento sigue azotando mis ventanas y mientras sigo viendo aquellas fotos, mi cerebro recrea esos momentos...
—Mama, mira, papá ya no quiere jugar conmigo, regañalo— el pequeño puchero de formó y mi mamá me miró aguantando su risa
—Sigue jugando con la niña en lo que yo baño al niño— dijo mi mamá, yo sonreí
—Pero ya me cansé, mejor pongo a calentar más agua para bañarnos, estamos todos sudados— mi papá tenía más ganas de descansar que de seguir jugando y yo me enoje con él.
Enojada fui a sentarme en un pequeño mueble que sobrepasaba mi altura, no se cómo lo hice, pero logré subirme.
—Bajate de ahí, te vas a caer— dijo mi mamá mientras cargaba a mi hermano.
—Pero yo quiero seguir jugando, papito sigue jugando conmigo, ándale, mi hermanito está todavía chiquito, el no puede jugar conmigo— hice un pequeño puchero, mi mamá se rió de lo que dije y saco la cámara gris que teníamos, y capturo aquel puchero
—Esta bien, vente vamos a jugar, pro solo un rato, te tienes que bañar, hueles a chivo correteado— mi papá se hacerco y me bajo del mueble, me puse tan contenta, dure toda la tarde así...
El ruido de la puerta de la casa, me trajo de vuelta a mi presente. Mis papás habían llegado de trabajar y como todas las noches, fui a recibirlos cok un abrazo y un beso, para luego cenar y pregúntales que tal les había ido, nunca me cansaré de esos pequeños momentos, donde solo éramos los cuatro, sin gente de por medio, sin los problemas de siempre...