Supe desde el momento que lo conocí, que él iba a ser la persona por la cual lo daría todo. Compartíamos muchas cosas, momentos juntos, amigos en común, éramos como lo que todos esperan obtener.
Mis sentimientos por el crecían conforme avanzaba el tiempo, pero mi miedo de que al final no fuera correspondida me ganó y no hablé, solo me quedé callada.
Pero, realmente creí que si me amaba, no se comportaba con nadie como lo hacía conmigo, era claro que, aunque nadie dijera nada, era recíproco este sentimiento y todo terminaría en algo lindo...hasta que dejó de estar conmigo.
Se alejaba de mí por días, no me hablaba, no me contestaba los mensajes ni las llamadas, era como si estuviera perdido pero lo viéramos todos los días. Me preocubaba su cambio de actitud, sin embargo, de un día para otro volvió a ser el mismo de antes y se comportó como siempre. Eso me tranquilizó por un momento...hasta que...lo ví.
Un día regresó con unas flores, por un segundo me emocioné pensando que eran para mí, hasta que supe que se las había regalado su novia...
Mi corazón estaba hundido, no sabía que hacer, pero tenía que dar una sonrisa, ya que antes que ser la persona que amo, es mi amigo. Mi cara era de felicidad, pero mi corazón no podía con el dolor.
Sabía que era mi culpa, no tuve el valor suficiente para confesar lo que sentía por miedo al rechazo, ahora enfrentaba las consecuencias de mi cobardía.
Pero... él también tuvo la culpa. Era diferente conmigo, me entendía como nadie, me escuchaba, me sonreía y me trataba de manera única...hasta podía afirmar que me veía con ojos de amor. Nunca lo ví con nadie como lo ví conmigo.
Aunque mi corazón no quería aceptar la realidad, mi mente sabía que había echo falsas afirmaciones, que me había inventado un amor después de recibir un trato diferente y que, al final, de los dos, fui la única que se enamoró y la única que se engañó...
Ahora lo veo feliz, al lado de alguien más, no sé que sentir, después de todo, lo amo, y quisiera que su felicidad dure más tiempo. Después de todo, el no tiene que pagar por mis arrepentimientos, y yo debo aprender a no engañar a mi corazón con falsas esperanzas.