"—Tu cara es muy bonita"
"—Si yo fuera tú no tendría inseguridades"
"—Quiero tener tu cuerpo"
"—Le puedes gustar a cualquiera"
Esas y muchas más frases recibo diariamente, todos me halagan, pero no me siento cómoda.
No me siento "bonita".
Tengo cientos de inseguridades.
Vivo comparándome con el físico de las demás.
Y es una realidad que no le gusto a nadie.
Me encuentro en mi habitación, sobre mi cama, boca arriba.
Sobre pensar se volvió una costumbre.
¿Por qué él no me elige a mí? ¿Acaso no tengo lo suficiente? ¿Qué me falta?
¿Por qué aunque me esfuerce no obtengo las notas que creo que me merezco? ¿No me esforcé lo necesario? ¿Mis padres volverán a enojarse?
Me levanto y voy directamente a mi espejo.
Las orejas se volvieron más notables, mis ojos se hincharon de tanto llorar, mi pelo se ve descuidado.
Pido ayuda a gritos, pero nadie me escucha.
Estarán ocupados en sus propias luchas.
Mis manos comienzan a temblar, no las puedo controlar aunque quisiera. Mis pulmones se sienten vacíos, respirar es inútil, el dolor en el pecho me va consumiendo poco a poco.
Voy hacia la pequeña mesita que hay a un lado de mi cama, ahí a veces guardo algunas pastillas de la presión que tomo a escondidas, me tomo una y el dolor desaparece.
Son las siete de la mañana, genial.
Me preparo para ir a la escuela y tomo el último autobús.
Abro mi teléfono y me dirijo a la aplicación de "YouTube", en el feed sale directamente "momentos graciosos de BTS", doy clic en ese pequeño vídeo de siete minutos y suelto la única sonrisa que cuento al día.
Algunos cuando se sienten mal se apoyan en sus trabajos, otros en sus jugadores favoritos; y otros en juegos, en la música, comics, animes o dramas, eso los hace sentir seguros, los hace sentir como si no estuvieran solos en su propio mundo.
El día transcurrió con tranquilidad, "ese amigo" volvió a preguntarme si había algo mal.
Claro que hay algo mal, yo soy lo que está mal.
Fui yo la que decidió ser así, soy la que deja que sus padres la golpeen hasta sangrar por sacar dos puntos menos del límite, soy la que no se siente suficiente, soy la supuesta "generación de cristal".
Me separé de todas esas personas que supuestamente me querían, pensaba que estaría mejor sin ellos, pero no es así, les echo de menos.
Volveré a hablarles.
Terminó siendo un día de muchas risas, volví a sentirme en casa, fue una linda despedida.
Regresé a casa y mi padre me esperaba en la sala.
—Siéntate. — ordenó.
En cuanto me senté en el sofá me tiró unos papeles a la cara.
No sabía de qué se trataba, solo observé el suelo sin más.
—Queremos que nos expliques. ¿Qué se supone que es esto? — mi madre intervino, recogiendo un papel, me lo dio.
Eran mis novelas, mis historias, mis cuentos, mis miedos, era "yo" plasmada en papel.
Estrujé la página y comencé a llorar.
—¿Malgastas tu tiempo en esto? ¿En serio crees que serás alguien en la vida si te la pasas escribiendo ridiculeces? Responde, estoy hablando contigo. — me negué a responder a mi propio padre, primera vez que me quedo callada, sin decir lo que él espera.
Por su parte, recibí una bofetada.
—Ve a tu habitación. — dictó mi madre y fui dando pequeños pasos, me encontraba muy débil.
Al menos pude despedirme de ellos...
Me encerré en mi habitación y comenzó a doler mi pecho nuevamente.
Corrí a la mesa, no me contuve.
Fueron veinte pastillas, tomé veinte pastillas.
Me recosté encima de mi cama a esperar la hora de mi muerte.
Vi a una pequeña niña sentada en una esquina de la habitación.
—¿Qué haces? — pregunté desde lo lejos.
Ella no respondió.
¿Pasaré mis últimos diez minutos así?
Me levanté y fui a donde se encontraba.
Obvio era que se encontraba de mi yo de hace diez años, una niña de siete se hallaba mirando el suelo, como si la hubiesen regañado muy fuerte.
—¿Hicimos todo lo que quisimos? — cuestionó mediante sollozos.
Acaricié su suave pelo y asentí.
—Supongo, o al menos no me arrepiento de nada.
—¿Te despediste?
—Sí, lo hice.
Dudé si seguir conversando con ella, entonces cerré mis ojos, un dolor de pecho me rompió el corazón y vi como mi alma se separaba de mi cuerpo.
¿Entonces así es como termina la vida?
Asistí a mi propio funeral, morí de un paro cardíaco.
Solo rondaban preguntas por la sala.
"¿Acaso dio alguna señal?" Sí, lo hice.
"¿Acaso quería llamar la atención?" No creo.
"¿Pudimos evitarlo?" Tampoco lo creo.
Lloré sobre mí misma, nunca imaginé llegar tan lejos por los comentarios y opiniones de las demás.
Siempre me afectó, solo me hice la fuerte.
Tal vez los vuelva a ver en mi próxima vida.
Solo espero que no, quiero una nueva oportunidad, quiero realmente ser feliz.