En la rutina diaria no había aburrimiento.
Sólo almas que pedían ayuda.
Una noche casi lo pierdo todo. Todo lo que me quedaba.
Fui salvado, como nunca quise serlo otra vez, pero en esta ocasión por una desconocida. Una que me miraba como si me conociera, como si fuera el sol y la luna. No quise apartar la mirada, pero había cosas más importantes ahora mismo.
Volví a perder, gané muchas, sí, y ella diría que si conservas la vida; ganaste. Pero yo sé que perdí.
Esta vez no me rendiría, tenía la fuerza para pelear.
A punto de morir y aún tenía esa mirada, aunque con el tiempo dejó de ser una melancólica que recordaba la luz de una estrella apagada y empezó a ser un cielo brillante otra vez. Como si, yo hubiera salvado esa mirada, yo y no alguien más.
Conocí su mirada. El cielo y sus estrellas brillaban en esos ojos oscuros.
Pensé que no estaría mal mirarlos toda la vida, nunca me cansaría. Estaba dispuesto a mantener esa mirada en mí.
Pero todo acabó cuando esos ojos brillantes me miraron y dijeron "Voy a quedarme".
Sentí impotencia y tristeza, y al mismo tiempo felicidad por ella.
Porque, ¿cómo podría mirarla y no apoyarla en lo que sea que decidiera?
Dejé ir la tristeza, la vida aún no acababa y el destino ya estaba decidido desde el principio.
Pero nunca me despediría para siempre y sé que ella tampoco lo haría.
Podía sentir su mirada en la espalda cada vez, nunca dejes de mirarme le pedía sin palabras.
Nunca dejaré de hacerlo respondía ella.