La luz parecía todo un regalo que con solo mirarla me dolian los ojos. Quería seguir haciéndolo, pero el viento frío sacudió cada sentimetro de mi cuerpo.
Jamás había sentido algo parecido en mis años de vida, esta era la primera vez que podía sentir en mis pies la relajante sensación del agua y la arena corriendo por mis dedos.
—señor—me llamo una voz familiar al otro lado de la playa.
Seguí mirando el cielo como las nubes blancas se movían, hasta que una mano se poso en mi hombro.
—es hermoso ¿no? —susurro cami, la mirare de reojo unos momentos.
Tenía un vestido rojo que parecía resaltar su piel blanca y su cabello negro. mirándome con sus ojos grises, lo único que conservaba de su anterior forma, mucho más lúgubre y desafiante que la que ahora estaba biendo.
— señor, tenemos que encontrar un lugar en donde quedarnos—susurro, mirando con desconfianza a los lados— la guerra esta a punto de explotar y la mayoría quiere saber si usted se unirá a algún bando—dijo con recelo.
Desde que las deidades habían reencarnado en el mundo humano, la tensión entre cada una se estaba haciendo más palpable. Las que se llevaban bien estaban haciendo alianza para una futura pelea que era más probable que termine con la muerte de muchos humanos. Con eso me darían el doble del trabajo que hora tengo.
— no, vinimos por trabajo y a arreglar el desastre que las otras dejen, no es de nuestra incumbencia sus alianzas—respondí, aun mirando como aparecían colores nuevos en el cielo al sol esconderse en el mar, tiñendo el cielo de un color anaranjado y rojizo que con los minutos desapareció junto al sol.
—señor, ¿cree que nos dejaran en paz si descubren nuestra presencia en el mundo humano? —pregunto cami, asustada.
— yo nunca fui bienvenido para las deidades, y nuestro trabajo ahora que van a empezar una guerra es salvar las almas que ellos eliminen —respondí, serio– después de todo,.la muerte le llegara a todos.—senti el frío en la nuca, mientras los colores desaparecieron para dejar un azul oscuro y una estrellas que lo iluminaban.
— no podemos permitir que alguna nos atrape— respondí definitivamente— busquemos un refugio hantes de que llueva—termine de hablar para mirar la gran grieta roja en el cielo, símbolo de la guerra que estaba a punto de llegar, mientras otros sólo pensaban que era mi culpa, como todo lo que pasa en el mundo.
Soy la muerte, la deidad desterrada de la luz el día en que nací. Ayude a todas las almas que no encontraban un camino y ahora... estoy por primera vez fuera de mi prisión, con la misión de detener una guerra que es inevitable que empienze.