De seguro conocéis de las maldiciones... por supuesto, son hechizos, conjuros, magia oscura dedicada a causar dolor, miseria y que corra la sangre. GGeneralmente,las maldiciones se adquieren al molestar a alguna bruja, mago o hechiceros en general, también se pueden obtener al poseer objetos que no deberías ni siquiera de mirar; pero apuesto mi alma a que no sabías que podías maldecirte con solo atravesar el umbral de un pueblo.
Sentí un escalofrío terrible al llegar a este lugar, un pueblucho alejado de la ciudad. Se supone que me haría mejor, mi asma empeoraba a cada segundo que pasaba en la ciudad, así que un poco de campo no me haría mal, o eso pensamos todos. Al llegar a este pueblo no tuve ni tiempo de asentarme, las clases habían comenzado hace 2 días y tenía que asistir si o si, no podía atrasarme mucho o perdería el año.
Si el pueblo era raro, ni siquiera se imaginan la escuela; contrastaba totalmente con el aura pobre del pueblo, altos edificios, pintura fresca, diría que es una escuela preciosa de no ser por todos los pentagramas y símbolos esotéricos repartidos por los pasillos de toda la academia. Al entrar a mi salón de clases me sentía extraño, como un lobo andando entre corderos, incluso me rugían las tripas... No hubo tiempo de presentaciones, ya que la clase estaba a medio terminar, por lo que opte por tomar asiento y esperar a que terminase. Mi asiento estaba localizado frente a la ventana derecha en la última fila, algo un poco cliché si me preguntan. Todo el rato me la pasé aburrido mirando el campus, como si estuviese buscando algo, o como si algo me estuviera mirando y yo supiera de su presencia son poder ubicarle.
No paso mucho tiempo para que sonasen las campanas y las clases terminaran; no parecía importarle a nadie, ya que todos se apresuraban a retirarse a sus hogares. Me dije a mi mismo: lugar nuevo, es hora de explorar un poco... probablemente la peor idea que tuve jamás. Comencé por el campus, como si me estuviera atrayendo de alguna forma, siento el olor de maderos empezando a arder en una especie de bosquecito que se extendía desde el campus asta una montaña cercana. Otra vez me hago una pregunta que quisas ni tenía que responder, solo tenía que irme de allí a mi hogar como todos los demás habían hecho... ¿Qué daño podría hacerme acercarme a ver que sucede? Me acerque algo desesperado, no sabía porque asta que llegue al sitio, un claro donde los árboles evitaban crecer, la tierra era de color oscuro como si se quemara a diario, el hedor a muerte se escapaba de allí como el aire de los globos.
No tarde en darme cuenta de que todos los estudiantes se habían reunido en este lugar vestidos con tunicas negras; uno de ellos me reconoce y se apresura a tapar mi cuerpo con una de estas prendas, me entrega una especie de rosario plateado con tres gemas rojas en el centro. No entendia la rason de aquel acto asta que el ambiente se oscurece por completo otra vez, al mirar al frente me percato de que habia mas de lo que podia percatarme sucecidendo. mi vista se alzó y fijo al sentro de todo este evento, una especie de gran crusifijo de plata rodeado del carbon de maderos ardiendo lentamente. un grito desesperado se escucha desde la cruz, habia alguien allí.
De pronto todo me parecía estar mal, otra vez me sentía como rodeado de presas, pero mi mirada se había clavado solamente en la propietaria de los gritos, una chica joven de piel pálida como la nieve, completamente desnuda y atada a la cruz, esperando a que las brazas la consuman. No te dejes llevar, me decían; es una bruja, toda su belleza era producto de magia negra, si la dejamos vivir solo ocurrirán desgracias. Sus palabras no parecían estar equivocadas, ya que podía escuchar sus gritos desgarradores como si estuviera a su lado más sus labios yacían cerrados y su mirada fría como si no quisiera darles el placer de su sufrimiento. Mi sangre envía como si el fuego estuviera a mis pies, como es posible que tal criatura se deje humillar de esta forma por meras ovejas indefensas, me decía en mi mente.
Desde el primer momento en que llegué a este pueblo sabía que algo estaba mal... desde el primer momento en que la sangre me atrajo... mi cuerpo se paralizó de momento, mi sangre seguía hirviendo a tal pinto de que de mi toga se escapaba un vapor oscuro como si de un demonio escapando se tratase. No paso mucho tiempo para que la muchedumbre fijase sus miradas en mí, la intención de matar ahora provenía de todas partes pero por encima de esto... el miedo...
Al abrir mis ojos estos se iluminaron de una fría luz azul mientras que mi espina dorsal destrozaba mi espalda para situarse en el exterior, mis costillas atravesaban mi piel mientras todo mi esqueleto crecía y se desformaba, mi pelo crecía por todo el cuerpo formando un pelaje oscuro, la piel de mi rostro fue arrancada por mis recién crecidas garras mientras mi cráneo se desformaba, dos astas majestuosas hacían presencia muy similar a la de los alces y renos, mis dientes se desprendían uno a uno dando paso a colmillos ensangrentados clamando ser usados y un rugido que parecía provenir del mismísimo infierno seguido del singular silbido de un alce dio por terminada mi transformación.
Definitivamente, ya no era yo mismo... Al despertar, me encontraba desnudo, tendido, mi cabeza descansaba sobre el regazo de la hermosa bruja que acariciaba mis cabellos, mi cuerpo normal había regresado pero ahora cubierto de sangre. Una mirada rápida y pude percatarme de todo el desastre que había hecho; los restos de mis víctimas despedazadas se esparcían de manera circular al rededor de nosotros. Nada más importa... ahora eres mío, me decía mi ama mientras brotaban hermosas flores rojas de los cadáveres que nos rodeaban asta que solo se puede ver un hermoso jardín de estas flores a nuestro alrededor, una tranquilidad como la que se sentiría al descansar en los brazos de mi madre me invadió asta cerrar mis ojos de los cuales se escapaba una lágrima. Ya estaba maldito desde que había entrado al pueblo, y esto por el simple hecho de que ella me había mirado, me había visto y vigilado desde que puse un pie en este lugar corrupto. No había hecho nada para merecer tal maldición, o tal vez era un regalo de su parte, una oferta para que permaneciera a su lado... mientras la sangre corría por donde pisáramos.