Era un sábado por la mañana, cuando María abrió sus ojos con la poca luz que penetraba por su ventana y el frío del día le cala en lo más profundo de su cuerpo. Ella sin perder su buen humor, se levanta, recoge un chal que se encuentra apoyado en una silla y cubre sus finos y delicados hombros. Tararea una canción mientras ingresa a la cocina y enciende su estufa a leña, que es su único sistema de calefacción, pero es más que suficiente para calentar su humilde hogar.
Afuera, la nieve cae sin cesar y los árboles se cubren con hermosos copos blancos, dando una apariencia mística al lugar y en especial en estas fechas tan particulares. Ella suspira y se siente feliz, al fin este año es diferente, tiene un buen empleo y puede darle una navidad digna a sus pequeñas, como cualquier niño de seis años se merece.
María está sumida en sus pensamientos, recuerda el día que se enteró que estaba embarazada y como todo cambió para siempre. Ella estaba comenzando una relación con el hijo de su jefe, ella se encargaba de la limpieza de las oficinas y con lo poco que ganaba cubría sus gastos. Martín estudiaba en la universidad, estaba en el último año de su carrera y solo se veían los fines de semana. En la noche de su cumple mes número dos, sí solo salieron dos meses. Él la invitó a cenar y le contó lo feliz que estaba, ya que su padre le hizo una propuesta que no podía rechazar, abrirían una sucursal en el extranjero y lo nombró director. Ella al ver en su rostro tanta felicidad e ilusión, arrugo el resultado del análisis de sangre y lo guardó en su cartera. Esa noche hicieron el amor, como nunca antes, ella necesitaba guardar el sabor de sus labios, el olor a piel en lo más profundo de su corazón. Esa era su despedida, se alejaría de el gran amor de su vida y le brindaría la libertad que él necesitaba. Martín le pidió que se encuentren a la noche y ella aceptó para no levantar sospechas, pero nunca se presentó a la cita, renunció a su empleo y se fue de la ciudad.
La tetera comenzó a silbar y la trajo de nuevo al presente. Buscó una taza para verter la infusión caliente, que bebió en absoluto silencio por unos minutos. Cuando al fin el ambiente estuvo lo suficientemente cálido, ingresó al cuarto de las niñas y las despertó con mucho amor.
- Vamos mis amores, despierten. Es hora de decorar el árbol de navidad ¿o no quieren que Santa les traiga hermosos regalos?- María levanta a sus niñas con una gran sonrisa en su rostro, este año iba a ser perfecto .- Las espero en la sala.
-Si, vamos a levantarnos, despierta Clara. Hoy es navidad.
-Yo no quiero regalos.- la pequeña se cubre el rostro con la manta.- Quisiera pedir un deseo.
- Entonces debemos adornar el árbol y debes ser tú la que coloque la estrella en la punta más alta del pino. - Mia hablo como si tuviera mucha experiencia en el tema.- Santa le cumple el deseo al que ponga la estrella en su lugar.
-¿ En serio?
- Si, Juana me lo contó en la escuela.
Clara se levantó muy ilusionada y Mia la siguió feliz, al llegar a la sala, sus caras eran un poema y su madre no pudo evitar tomar una fotografía. Sobre una mesita había un pequeño árbol, una caja con adornos y una estrella dorada. Las niñas corrieron a abrazar a su madre, era su primer arbolito y se veía hermoso y más aún cuando terminaron de decorarlo.
- Solo falta la estrella.- intervino María.
- Clara es la menor, ella la pondrá.
La pequeña sostenía con manos temblorosas el adorno y con sus ojos cerrados pidió su deseo.
…”Querido Santa deseo de todo corazón un novio para mi mamá, que nos quiera adoptar y que quiera ser nuestro papá “…
- Hija es hora de colocar la estrella, ven que te alzo .
- Mamá pedí un deseo y Santa me lo va a cumplir.
- Seguro que si.
El brillo en los ojos de la pequeña conmovió a María, estaba tan ilusionada que solo espera que la muñeca que esconde en su ropero sea de su agrado.
Por la tarde, la familia salió de compras, María veía con mucho detenimiento los productos y las niñas se alejaron, ya que se aburrían de ver comprar a su madre. Ellas entraron a una librería, se sentaron en el piso y comenzaron a leer el Cascanueces, cuando un hombre bien vestido se les acercó y sin más preámbulo les preguntó
- ¿Van a comprar ese libro?
- No.- contestaron las dos al unísono.- Tenga.- Mia le ofreció la obra.
- No se lo des, está en la mejor parte.
- Descuiden, voy a buscar otro libro.- se agarra la cabeza y mira para todos lados , hasta que se le ocurrió una gran idea.- Si me ayudan a elegir un libro para mi sobrino, les regalo un libro a cada una.
- Si.- repitieron una vez más, las dos al mismo tiempo.
Las pequeñas abrieron grandes sus ojos y comenzaron con la ardua tarea de elegir el mejor de los libros, al cabo de unos minutos tenían tres obras en sus pequeñas manos pero no se deciden.
- Llevaré los tres. Muchas gracias por su ayuda.- él les dedicó una hermosa sonrisa y se dirigió a la caja a pagar su compra.
- Niñas, aquí están, las busqué por todos lados.- María inspecciona a cada una de sus hijas.- ¿Están bien?
- Si.- respondieron una vez más las dos al mismo tiempo.
- Ok, vamos.
El hombre acababa de pagar los libros y camino hasta donde se encuentra las niñas con una mujer que en estos momentos le da la espalda, pero su cabello es hermoso y su perfume le recuerda al que usaba el amor de su vida, que sin motivo aparente lo abandonó el día que estaba dispuesto a pedirle matrimonio.
- Tengan niñas , yo siempre cumplo con mi palabra. Feliz navidad.
- Gracias.- ambas tomaron cada bolsa con un libro y no dejaban de sonreír.
María al escuchar esa voz comenzó a temblar, de todos los lugares del mundo tenía que estar justo aquí. Ella agarró a las niñas de ambas manos y comenzó a caminar deprisa, quería escaparse lejos, muy lejos.
Martín la reconoció cuando su rostro se vio reflejado en un espejo y con su voz firme la detuvo.
-María, espera.
Ella se detuvo en seco, sus nervios estaban a flor de piel pero debía enfrentar a su pasado, lentamente se giró sobre sus pies y quedaron a solo unos escasos centímetros.
- Amor ¿eres tú, no estoy soñando? Te busqué por meses.- de repente mira a las niñas con más detenimiento, tienen su color de ojos, su cabello, y son dos, como su hermano y él. - ¿Ellas son mis…
-Si.- es lo único que puede pronunciar ya que Martín se apoderó de esos labios que tanto anhelaba.
Las niñas los miran sorprendidas, era la primera vez que alguien besaba a su mamá.
-¿ Por qué no me lo dijiste?
- No pude, éramos casi desconocidos, de mundos diferentes, tú tenías tantos proyectos, tantas metas por cumplir que simplemente me alejé. En tus planes nunca hablaste de un futuro juntos o de forma una familia.- sus lágrimas caían sin parar y él las secaba a sus pasos.- Lo siento.
- No me distes la oportunidad, me dejaste esperando por horas la noche que te iba a proponer matrimonio.- él apoya su frente en la de ella y le susurra.- Ahora no te puedes negar.- Martín saca del bolsillo de su tapado una cajita de terciopelo negro, que lleva desde hace siete años consigo, se arrodilla frente a su mujer y le pregunta.
- ¿Amor, aceptas casarte conmigo y dejar que sea el padre de mis hijas?
María no alcanzó a abrir su boca, cuando la pequeña Clara se arroja a los brazos de sus padre con una inmensa sonrisa en su rostro y con mucho amor le dijo
- Si aceptamos. Santa me cumplió mi deseo. Mía tenemos un papá.
- Espera Clara, mamá no dijo que sí.
Las niñas voltean a ver a su madre sin soltar a ese completo desconocido que las hacían tan felices. En sus rostros se reflejaban la ilusión y el temor y ella no se pudo negar, de todas formas aún amaba con todo el corazón a ese hombre.
- Sí aceptamos.- contesta al fin y él la une al abrazo grupal y sella el compromiso con un cálido beso.
Las personas a su alrededor comenzaron a aplaudir y les desearon toda la felicidad del mundo.
Los cuatro salieron tomados de la mano de la librería y se dirigieron a la pequeña casita ubicada en el final de la calle, desde ese momento sus vidas cambiarían para siempre.
Santa no solo cumplió con el deseo de la pequeña Clara, sino que le devolvió la razón de vivir a un hombre triste y solitario que no dejaba de perseguir el recuerdo del amor de su vida, hasta que finalmente lo alcanzo y ahora reposaba en su pecho, después de amarse con locura y pasión.
Fin.