Mi querida luna, tú, la más vieja de mis amigas, la que me vio nacer y la que me verá partir. Si, tú, amiga mía, sabes que eres la única a la que puedo pedirle disculpas, lo siento por enseñarte tantas cosas malas sobre mí, lo siento por todo lo que has tenido que cargar junto a mí en estos 27 años, cada pena amorosa la pase contigo, cada problema familiar lo compartí contigo, cada cosa que hacía... lo sabías.
Y es que no hay mejor momento para enfrentar la dura y amarga realidad que cuando cae la noche, cuando tú te alzas con un delicado y pálido brillo y monopolizas el escenario llamado cielo.
Todos piensan que en la noche, cuando el silencio se hace presente y se cierra el telón, pueden desahogarse sin miedo a ser escuchado. Pero no, ahí estas tú, en un cielo teñido con el triste color de la ansiedad, el rechazo, la depresión, el estrés. Solo tú nos vigilas durante las noches mientras nosotros egoístamente te profanamos con nuestros más oscuros pensamientos. Yo no soy una excepción.
Aún recuerdo ese día donde aprendí que no tienes luz propia, no brillas por tu cuenta, el sol te apoya. Quizás por eso me agradas tanto. La gente cree que desde siempre has dependido del sol para brillar, pero... ¿Qué tal si antes brillabas?, ¿qué tal si nosotros te fuimos apagando?. Los seres humanos vivimos de la negatividad, negatividad que te ha manchado, ha opacado tu luz, y ahora necesitas de otros para poder brillar... Ay... mi preciosa amiga, si te contara que somos tan parecidas, pero tan diferentes.
Esta noche planeo dejar este mundo, este mundo lleno de personas egoístas que no supieron ver mi dolor, que no estuvieron para mí aun cuando yo siempre estaba... ahí... para ellos. Para eso me encuentro aquí, en este tétrico cuarto de baño donde el moho y los ratones coexisten sin aprobación, pero donde la única ventanilla desde donde puedo admirarte se encuentra.
Hoy, querida Luna, quiero pedirte un favor... es simple, realmente muy sencillo, tómalo como mi último deseo antes de partir.
Por favor, te lo ruego, discúlpate en mi nombre con todos los que dejo atrás y a todo a los que nunca les pedí perdón. Pídeles perdón por mi cobardía, por no poder dar la cara y enfrentar mis problemas, por no saber disculparme, por no saber expresarme. Te pido por qué le hagas saber a todos mis seres queridos lo que sufrí, enséñales que esto no fue solo un simple impulso, sino el cúmulo de años de sufrimiento y palabras sofocadas por el miedo a no ser escuchadas.
Diles que también fui feliz, fui feliz cada vez que ellos eran felices, porque dependía de otros para mi felicidad. No soy capaz de ser feliz sola, así me sentía terrible cuando me excluían, pero era realmente feliz a su lado, disfrute cada carcajada con ellos y dolía como el infierno cada vez que me separaba de ellos.
Y es que muchas veces lo dije: No quiero ir a casa, me quiero quedar con ustedes.
En casa todo me estresaba, todo me hacía sufrir, aunque ahora vivo sola es lo mismo. Los gritos de mi madre en aquellas noches todavía me persiguen. La mirada de odio e indiferencia de mi padre aún aparece en mis sueños... El sentimiento de ser un alienígena insensible que hacía todo mal viviendo entre personas destrozadas todavía perdura.
Y sé que si no hago esto hoy... perdurará por siempre.
Así que, por favor, querida Luna.
Cuéntales que no me fui porque perdí la cordura; sino porque no pude soportar más la tortura. La tortura de existir, la tortura de vivir, de que nada me salga bien, de que solo sé dormir, de que solo sé huir...
Díselo.
Diles que los amo y, que aunque tengo miedo; llegó el momento.
Debo partir, aquí no puedo ser feliz.
Lo siento, los quiero.
Adiós, Luna.