Somos diferentes a los habitantes de este pequeño planeta; venimos de las estrellas, de un lugar muy lejano que murió hace muchos años atrás.
Nuestras costumbres son distintas a la de ellos.
Somos dos pero al bailar nos convertimos en uno, yugo es un bailarín temeroso, pero se tranquiliza después de pasar un rato sin pisar los pies de su pareja.
Oropo es meticuloso, un poco dominante pero que se deja llevar por yugo cuando esté se le sube la confianza por los cielos.
Juntos bailan frente la hoguera felices y relajados, porque saben que su raza, su familia no crítica y no desprecia, ya que es algo común entre ellos.
Son los seis grandes (siete), los primeros selatropes, hijos del dios dragón y la diosa wakfu.
—¿Dónde tienes la cabeza, yugo?
Una risa nerviosa escapa de sus labios al salir de sus pensamientos.
—Perdon, oro. Estaba recordando cuanto te amo.
Un tenue sonrojo se muestra en las mejillas del contrario.
—Dejate de cursilerías y ten cuidado por dónde pisas—hacen un giro y siguen el ritmo— también te amo.
Susurra, aprovechando que su pareja estaba distraída mirando dónde ponía los pies. Yugo levanta la mirada con una gran sonrisa, abrazándolo y levantandolo en el aire.