Tuve sueños y vi como se destruyeron, tuve esperanzas y vi como se iban desvaneciendo, tuve amor y vi como lo aplastaban, tuve risas y vi como las callaban, tuve amigos y vi como no todos me apoyaban.
Luché y luché y el éxito no encontré. En algún momento me cansé y dejé de correr.
Cerré los ojos y me dejé llevar por el agua, pero eso no me llevo a nada. Dejé de tener ilusiones y cada día creía menos en mí. Cada día me hundía más ahí.
Lloré. Me asfixié. Me destruí. Me torturé. Me maté.
Estaba viva, pero ya no vivía. El fuego en mi interior se había extinguido y nada cambiaría.
Las mañanas eran igual, las tardes las mismas y las noches en las que solía llorar ya no lo hacía.
Vi correr pequeños ríos sobre mis muñecas y me ahogué en ese mar de color rojo. Nada me importó. Ya nada valía, ni siquiera yo.
Mentí para protegerme y terminé engañándome a mí. Nada salió como quería y ganar yo ya no podía.
Luché contra la oscuridad de mis pensamientos y ellos al final me consumieron.
Me metí en un agujero y salir de el parece solo un sueño de aquellos que hace mucho dejé de tener por tanto intentar y solo perder.