Fue hace mucho, mucho tiempo, pero me acuerdo tan, pero tan bien, me acuerdo que ese día estabas usando un vestido cuadrille, de color blanco y rojo, si, era rojo, me acuerdo, también me acuerdo que tus cachetes estaban colorados por haber perseguido el sombrero que yo justo termine atrapando antes de que cayera en el agua de la playa, me acuerdo porque te dije que parecían manzanas de lo colorado que estaban, como las que mi mama me había mandado a comprar ese mismo día, me acuerdo también como vos te habías enojado conmigo por decirte eso, aquella acción me dio aun más gracia que la primera, él como, sin siquiera saber mi nombre, o conocerme, me gritabas y me tratabas como un amigo de toda la vida, dios, eso en serio me había encantado.
Recuerdo que tu cabello era muy, muy largo, mucho más que el pelo de cualquiera de las mujeres de mi familia, por eso me resulto extraño, y fascinante a la vez.
Tenias tu pelo en dos largas trenzas, me acuerdo porque cuando me transferí a tu clase tire de ellas, fue un acto infantil y muy tonto, pensé que al hacerlo llamaría tu atención, y lo hice, pero no de la forma que quería, terminaste enojada conmigo y nuevamente me gritaste, llamaron a mi mamá, y ella arreglo con la tuya para juntarnos en mi casa, para que me disculpara, ahi supe que te llamabas Valeria, y vos supiste que me llamaba Hugo, nos empezamos a llevar mejor, yo te defendía de algunas chicas que te molestaban, y vos, aunque yo te decía que no hacía falta, me defendías también de chicos que me trataban mal en el colegio.
A finales de 1995 vos cumpliste 15 años, y no era como ahora que los cumpleaños de quince se hacen en un gran salón, no, fue en tu casa, con nuestros compañeros, tus padres, tus hermanos, tíos, abuelos, y primos, muchos, muchos primos. Estaba nervioso esa vez, demasiado, porque estaba colorado, y yo nunca estaba colorado, vos me lo dijiste, lo recalcaste, y te reíste, me recordó a aquel primer día, cuando a una niña linda se le había volado el sombrero, dios, amaba a ese sombrero, digo, gracias a él te conocí.
Cuando te vi, con ese vestido celeste que te llegaba a las rodillas, con bolados en las mangas y al final del vestido.
Creo que, aunque me resulte imposible de creer, me puse aun más colorado de lo que ya estaba, también creo que por eso vos también te pusiste colorada, como si fuese contagioso, eso me hizo un poco más valiente, porque supuse que estabas igual de nerviosa que yo, después de que bailaras el vals con tu padre le pedí bailar con vos, el, como siempre lo había hecho, me miro con mala cara, te miro a vos, y, al ver tu enorme sonrisa, sentí que su expresión, por un instante, se había suavizado, me cedió la pieza y bailamos por primera vez juntos, sentí que era como magia, como si estuviéramos flotando, bailando en el aire, como si fuéramos solo nosotros dos, cuando la música paro te bese, sentí la aura amenazante de tu padre en la nuca, pero no me importo, esa noche, fui uno de los últimos en irse, cuando estábamos solos en el pateo te lo pregunte, si, por casualidad, te gustaría estar conmigo, sorprendentemente dijiste que si, apenas pude contener las ganas de saltar de la alegría, te bese de nuevo, y me despedí, anduve saltando de camino a casa, y cuando llegue a penas pude dormir.
A los 18 me regalaron una moto, tus padres se mostraron preocupados, estaban criados con esa idea de que si un chico con moto empezaba a salir con su hija la llevaría por el mal camino, o algo así, pero con el tiempo esa idea se les fue de la cabeza, supongo que porque pensaban que yo era un buen chico, porque bueno, si lo era, o supongo que también fue porque te vieron feliz cada vez que volvías de una salida, si, tenias muy buenos padres, de los mejores que alguna vez tuve el gusto de conocer.
A los 20 te convencí de estudiar la carrera que te gustaba, aunque tus padres te decían que era una pérdida de tiempo la fotografía, al graduarte se disculparon, y vos los perdonaste, me dijiste que antes de ser padres eran humanos, y todo humano tiene el derecho de equivocarse, te bese por decir eso, porque tenias razón, vos tenias buenos padres, y ellos tenían una buena hija.
A los 23 nos casamos, a nuestros padres les pareció un poco apresurado, nos dijeron que lo pesáramos bien antes de decidir algo así, les dijimos que ya lo habíamos pensado bien, no les quedo nada más que aceptar.
Me acuerdo el día de la boda, ibas preciosa, tu padre te acompaño hasta el altar, claro que, antes de decir los votos me recordó por milésima vez que si volvías llegando a casa llorando porque te hice algo, el sacaría la escopeta que tenía guardada bajo la cama, ambos sabíamos que esa arma no tenia balas, pero tu padre daba miedo hasta con un cepillo de dientes, asique lo dejamos así. Ese día fue precioso, igual que todos los días antes y después en los que estuviste presente en mi vida.
A los 26 tuvimos a Melina, y a los 30 a Julián, vos te llevabas bien con los dos, y nunca había terminado de entender como lo hacías, dijiste que era porque siempre te habían gustado los niños, aunque yo sentía que había algo más, porque no todos a los que les gustan los niños, son buenos con ellos.
A los 31 tuvimos una reunión de ex-alumnos, dijiste que vos irías un poco más tarde porque tenias que arreglarte, cuando llegaste y me di vuelta mi amigo tuvo que cerrarme la boca, llevabas un muy lindo vestido rojo, me dijiste que te sentías incomoda porque todos te miraban, te dije que no pasaba nada, y empezamos a bailar, hasta el amanecer.
A los 40 Melina ya tenía quince años, y vivíamos peleando, vos estabas de intermediaria, nos calmabas, a los dos, siempre me dijiste que ella había sacado mi carácter explosivo, y por eso nos llevábamos tan mal, supongo que tenias razón, bastante, en realidad.
A los 46 Melina se fue de casa, ya nos llevábamos mejor, con alguna pelea en medio, pero mejor, la casa se sintió un poco vacía sin ella, como si algo faltará, como si se hubiera perdido una pieza del rompecabezas, pero de alguna manera, supimos afrontarlo.
A los 50 se fue Julián, como con Melina nos despedimos con un abrazo, muchos besos, y una gigante torta, no diré que lloraste mas, porque vos no tenias favoritismos, ni nunca los tuviste, pero entendí tu tristeza, el niño pequeño de la casa se iba, nos quedabamos solos, dolía, pero íbamos a estar bien y así fue, lo estuvimos.
Vivimos solos desde ese entonces, con visitas de vez en cuando de nuestros hijos, y después de un tiempo, de nuestros nietos también, había sido una buena vida la que había pasado contigo, y si me dieran la opción de volverla a vivir, lo haría, porque no me imagino el pasar todas esas cosas especiales con ninguna otra persona además de vos, ¿Porque sabes que?, sin vos esas cosas no hubieran sido para nada especiales.