Un policía que patrulla recibe una llamada de una casa cercana. Una mujer afirma que su esposo ha sido asesinado. El agente se dirige a la dirección indicada, pero la puerta está cerrada. Tiene que forzar la cerradura para entrar y observa que solo está la mujer sosteniendo un puñal en el pecho de su esposo, que yace apuñalado en el suelo. Le interroga sobre lo ocurrido, pero ella niega haber llamado a nadie. El policía no sabe qué creer. La mujer asegura que la asesina era una réplica de ella, pero con una piel pálida y lisa, sin rasgos distintivos ni marcas de identidad. El agente supone que está loca, ha matado a su marido y por eso decide llevarla a la comisaría para el debido proceso. Después de cumplir con su deber, el policía decide ir a casa con su esposa, a la que le había prometido volver temprano. Al llegar, ve la horrible escena. Un hombre idéntico a él, pero con una piel pálida y lisa, sin rasgos distintivos ni marcas de identidad, está parado junto al cuerpo inerte de su esposa mientras sostiene una pistola en la mano. El policía, entre lágrimas, dispara a aquel hombre y luego se echa al suelo a llorar sobre el cadáver de su esposa. Se escucha el sonido de la puerta abriéndose. El policía levanta la mirada y ve cómo aquel hombre ha desaparecido sin dejar rastro ni manchas de sangre. Alguien entra a la casa. Es uno de sus colegas, que le dice: "Escuchamos tu llamada sobre el asesino y me enviaron". Entonces nuestro protagonista dice: "Pero yo no he llamado a nadie". El colega piensa que se ha vuelto loco y ha asesinado a su esposa, por lo que decide arrestarlo.