Era una tarde de verano en la que el sol brillaba con fuerza. Yo estaba sentada en un banco del parque, leyendo un libro, cuando lo vi por primera vez. Era un hombre alto, de cabello oscuro y ojos verdes. Me miró fijamente y me sonrió. Desde ese momento, no pude dejar de pensar en él.
Pasaron los días y lo volví a ver en el mismo parque. Esta vez, se acercó a mí y comenzamos a hablar. Descubrí que su nombre era Daniel y que era un abogado muy exitoso. Me contó que estaba divorciado y que tenía un hijo pequeño.
A partir de ese día, comenzamos a salir juntos. Me llevaba a cenar a los mejores restaurantes de la ciudad y me regalaba flores y chocolates. Yo estaba enamorada de él, pero también sabía que algo no estaba bien. Daniel era muy posesivo y celoso. No me dejaba salir con mis amigas y siempre quería saber dónde estaba y con quién.
A pesar de todo, yo seguía enamorada de él. Me gustaba su forma de ser y su cariño. Pero un día, todo cambió. Daniel me llamó por teléfono y me dijo que no podía seguir viéndome. Me dijo que yo no era lo que él estaba buscando y que necesitaba tiempo para pensar.
Yo estaba destrozada. No podía creer que todo había terminado así. Pero entonces, recibí una carta de Daniel. En ella, me decía que me amaba y que no podía vivir sin mí. Me pedía que lo perdonara y que volviéramos a estar juntos.
Yo sabía que estaba siendo muy arriesgado, pero decidí darle una oportunidad. Volvimos a estar juntos y esta vez, todo fue diferente. Daniel había cambiado. Ya no era celoso ni posesivo. Me dejaba salir con mis amigas y confiaba en mí.
Y así, nuestra historia de amor continuó. Nos casamos en una hermosa ceremonia en la playa y tuvimos dos hijos maravillosos. Daniel se convirtió en el amor de mi vida y yo en el suyo. Y aunque nuestra historia comenzó con obsesión, terminó con amor verdadero.