Extraña...
Esa era la palabra que más definía mi existencia.
Nunca supe cómo encajar en las tendencias de las chicas de mi edad: fiestas, romances, moda, música, etc.
Muy al contrario de ellas, yo prefería quedarme en casa y leer; libros de psicología, romance dulce o filosofía griega. Otro de mis pasatiempos era la animación japonesa, anime. Escuchar bandas de rock, siendo Måneskin una de mis favoritas.
Siempre hubo el comentario «las chicas de tu edad». Eso salía de la boca de mis primas, hermanas e incluso, mi madre. Aunque siempre fingí indiferencia, realmente ocultaba el pesar de sentirme «extraña».
Cuando cumplí mi mayoría de edad y empecé a trabajar de medio tiempo, fui comprendiendo lo mal visto que era hablar poco y rechazar las salidas a beber o bailar; incluso se burlaron cuando dije que nunca había hecho ni una de las dos cosas.
Pensé en cambiar de empleo, mis compañeros eran muy "modernos" como para que yo encaje allí. En especial «el chico popular», siempre me he abstenido de entablar conversaciones con alguien como él, pero su insistente forma de intentarlo me resultaba molesto.
— ¿Ya tomaste un descanso? ¿Viste a la señora del peinado raro? ¡Trajeron un perrito al restaurante, ¿ya lo viste?! —me preguntaba con su habitual ánimo.
Su forma de destacar con el simple uniforme del trabajo captaba la atención de todos.
Eso era TODOS los días. Supuse que intentaba ser amable, pero se cansaría cuando yo lo ignorara. Por el contrario, demostraba mucho carisma cuando pasábamos algunas palabras; me hacía sentir mal evitarlo todo el tiempo.
— ¡Waaao! ¡Eres genial con la máquina de helados! —halagó con una peculiar inocencia. (╹▽╹)
— Gracias —dije forzando una sonrisa, manejar esas máquinas es lo más fácil que hay. Pero él maneja el sistema de facturas, ¿cómo puede halagarme por esto?
— ¿Puedo intentarlo? —esperó mi aprobación. Una vez que se la dí, tomó un cono de galleta.
Y sí, su resultado fue tan increíble como era de esperarse. ( ̄ヘ ̄;)
—
— ¿Qué escuchas? —intentó tomar mis auriculares.
— ¡No es nada! —me alejé, nerviosa. No quería que oyera las canciones.
— Adivino, música de los ochenta. También son de mis favoritas. (≧▽≦)
— Piérdete.
—
— ¿Irás a la fiesta de cumpleaños del jefe? —me preguntó.
— Paso, tengo cosas que hacer —evité especificar que no tenía NADA que hacer.
— Adivino, no soportas el alcohol o eres mal bebedora (≧▽≦). (Se refiere a hacer problemas al embriagarse)
— ¡Piérdete!
—
En el transcurso del tiempo, nos hicimos más cercanos, eso molestó a nuestra supervisora, quién tendía a regañarme por nimiedades. Necesitaba el trabajo, dentro de poco sería ascendida para trabajar tiempo completo y mi salario aumentaría, por lo que no podía replicarle.
Tuve mi primera discusión con él cuando se enteró de los abusos de la supervisora contra mí.
— ¿Por qué se lo permites? —preguntó con el ceño fruncido, su tono de molestia se hizo notar—. Empeorará más cuando trabajes las ocho horas.
— Está bien, tampoco es como que pueda golpearme —suspiré con indiferencia, demostrando que no le prestaba atención al asunto.
— Por supuesto que no va a tocarte, porque ahora mismo vamos a poner una queja —me tomó de la muñeca y quiso regresar al establecimiento.
Me zafé de su agarre, no fui brusca ni nada, aunque eso no evitó que regresara a mirarme, sorprendido.
— Dije que está bien, no pasa nada —defendí.
Estaba por independizarme, mi situación familiar era peor que esto.
— ¿Al menos sabes por qué actúa así? ¿Has intentando confrontarla? —quiso saber, un poco más comprensivo que antes.
Es por tí, Darien.
No, no podría decirle eso.
— Quién sabe —me encongí de hombros—. Quizás le hace falta compañía —completé, queriendo bromear tal como el solía hacerlo.
Su decepcionada mirada me indicó que no era momento de bromear.
— ¿Quieres que hable con ella? Nos llevamos bastante bien, creo que podría–
— ¡No, no, déjalo así! —lo interrumpí, nerviosa—. De seguro se le pasa después.
Accedió a no intervenir, pero no dejó de insistir en que debía presentar una queja para evitar algún incidente después.
El asunto empeoró la siguiente semana. Todo sus abusos dieron un giro drástico desde el momento en el que ella ascendió a gerente, por algún extraño motivo, mis compañeros empezaron a susurrar cosas de mí. Alguien había accedido a mi teléfono y había visto mi inmensa colección de fotos de animes, conciertos a los que asistí, autógrafos de actores de voz y más.
Había quedado expuesto mi lado más vulnerable ante aquellos jóvenes «cool». Sentía tanta vergüenza que no crucé palabras con nadie, incluyendo a Darien. Pese a las extensas charlas, nunca le comenté mi gusto extremo por ese tipo de cosas y me aterraba conocer su reacción.
¿Debía soportar esto o mi situación familiar? ¿Qué sería peor? Ambas eran iguales, por lo que decidí seguir en el trabajo.
Mi mundo gris se volvía oscuro de la noche a la mañana, iba a trabajar sin ánimos ni ganas.
Hasta que...
— ¿Te sientes bien? —me atreví a preguntarle a Darien.
Las remarcadas ojeras que tenía y el esfuerzo que hacía por mantenerse despierto mirando a la pantalla de su celular era una mala señal.
— ¿Uhm? —se quitó los auriculares y me miró—. Algo así, no me prestes atención —soltó un bostezo y volvió su vista a la pantalla.
Pese a eso, no quise dejarlo como si nada. Era obvio que no estaba bien.
— ¿Ya almorzaste? —inquirí con cautela, no quería ser una molestia.
— Algo así —respondió vagamente, no despegaba la mirada del celular.
Bien, lo intenté. Decidí seguir con mis labores y dejarlo en paz.
Los días se transformaron en semanas, semanas que parecían años. Mi ascenso estaba a la vuelta de la esquina, solo debía tener un poco más de paciencia y fuerza para cargar con las burlas de los que ingresaban a trabajar. El hecho de que no me interesaran las salidas y los bailes seguía siendo motivos de burlas.
Ya ni siquiera me importaban ellos, mi atención estaba en Darien. Pasó de tener esas ojeras a estar como nuevo en tan solo dos días, pero ahora no se despegaba del celular en cada descanso y almuerzo.
Me intrigaba. Estoy consciente que dejé de hablarle sin explicarle nada, pero su repentina actitud era más extraña. Había dejado de ser el «chico popular» pero aún así tenía la mirada de la gerente encima.
Finalmente, llegó mi ascenso y junto a esto, una transferencia a otra sucursal.
— La gerencia se enteró de tu mudanza al distrito del norte —me dijo la gerente con una sonrisa de oreja a oreja—. Y, al estar inagurando un nuevo establecimiento allá, decidí transferirte para que te fuera más fácil, ¿qué te parece? —no podía ocultar su felicidad.
¿Si ya me iba, no podía tirarle un zapato al menos?
— Después de todo, tu extraña presencia molesta a todos aquí —dijo con su particular tono de dama—. Ojalá allá puedas encontrar a tipos raros como tú.
— Tú también deberías —dejé las formalidades y decidí enfrentarla—. Después de todo, los chicos populares son mucho para tí —solté en forma de burla.
Su rostro indignado y ofendido fue lo mejor que pude antes de la bofetada que lanzó hacia mí.
— ¡Mírate! ¡Vestida con ropa holgada y descuidando tu apariencia! —soltó, su rostro se llenó de rabia y sus dientes rechinaron.
— Aún así, me acerqué más a él de lo que tú has podido —terminé diciendo.
Di media vuelta para irme, pero escuché un firme manotazo a mis espaldas. Mí sorpresa fue ver a Darien, sonriendo mientras seguía mis pasos. La gerente ahora tenía el sonrojo en sus mejillas por la vergüenza y una de sus manos tenía una marca. ¿Él la golpeó?
— ¡¿Có-Cómo te atreves?! —vociferó, avergonzada y molesta—. ¡Puedo despedirlos cuando quiera, ¿lo saben?!
— Yo ya no pertenezco a esta sucursal —me encongí de hombros, satisfecha.
— Y a mi me da igual, trabajar aquí era solo un pasatiempo —copió me gesto—. Ah, pero, he juntado suficientes pruebas de su abuso laboral, gerente.
Sacó su teléfono y le mostró una recopilación de videos, provenientes de las cámaras de vigilancia del local. En todas aparecía ella; amenazando a nuestro compañeros para que hablaran de mí. Pero en especial, su comportamiento contra mí.
— Uhhhh, esto será muy grave —dijo burlón, mientras ladeaba la cabeza—. Yo de usted, correría a la oficina del jefe —le guinó el ojo—. Si tiene suerte, encontrará al de recursos humanos de buen humor.
Ella salió disparada a las escaleras, dejándonos solos en la sala de descanso.
— ¿Ves? Te dije que le pusieras una queja, pero no —enfatizó el "no" como si tuviera la razón de todo—. La señorita prefirió dejarlo pasar y terminar en otra sucursal con la mejilla roja.
Señaló la marca que me dejó el golpe de la gerente.
— Esto no es nada —reí con sutileza.
Nos quedamos en silencio, era el momento de mi despedida. A partir de mañana trabajaré lejos de aquí y, no volvería a verlo.
— Ah, esos vídeos —recordé lo que le había enseñado—. ¿Cómo los obtuviste?
Una gota de sudor bajó por su mejillas y una sonrisa nerviosa hizo divagar sus palabras.
— Verás...
— ¿Uhm?
Como un rayo, el recuerdo de él, caminando de lado a lado con el teléfono en mano y una serie de videos llegó a mi mente.
— ¿Eso era... Lo que estabas viendo?
Más sudor bajó con sus mejillas.
— Algo así... —siguió divagando.
¿Q-Qué?
— Mi pregunta fue, ¿cómo los obtuviste? —quise saber y desviar el tema, me puse nerviosa.
— Ah, verás...
— ¿Y qué significa eso de que trabajar aquí es un pasatiempo? ¿Por qué conoces a los de recursos humanos?
— Para, para —agitó ambas manos—. Eres tú quien tiene que responderme algunas cosas —su mirada presentó un semblante cabizbajo—. No he olvidado que dejaste de hablarme de un día para otro.
No supe qué decir, por un momento había olvidado que mi mayor complejo se había revelado entre todos. Debía aceptarlo. Soy extraña. Este chico y yo somos diferentes, en ese punto, la gerente tiene razón.
— Lo siento, no tengo nada que decir —fingí admitir.
— Mientes —contradijo con una suave sonrisa—. ¿No has notado que eres muy transparente?
— ¿Transparente? Te equivocas, al contrario, soy difícil de entender.
— "Porque soy extraña, no encajo con el resto" —hizo una pésima imitación de mí—. No tienes que decirlo, lo expresas de mil maneras, como si quisieras admitirlo, pero te falta el valor para hacerlo.
— ¡Tú no sabes de eso! —grité en forma de queja—. ¡No asumas que sabes algo de mí porque no es cierto!
Era el fin. Iba a molestarse y se iría.
— Lo sé porque te tratas así —fue diciendo conforme se acercaba—. Desde el inicio siempre lo hiciste. No hablabas de tí porque asumías lo que pensaría. Evitabas hablarme porque somos diferentes.
— ¡Es mentira!
— No lo es —rebatió con suma delicadeza—. Sabes que no lo es.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro? —le cuestioné, más calmada—. Conoces muy poco de mí y yo de tí.
— Me enteré mucho, aunque me hubiera gustado oírlo de tí —detuvo sus pasos con una distancia muy corta entre nosotros—. ¿Cómo puedo estar muy seguro? Es fácil saberlo.
Aquella sonrisilla que dibujaron sus labios me hicieron sentir doblegada, como si ya conociera sus intenciones.
— Si te pido una cita, justo ahora, ¿cuál sería tu respuesta? —usó sus finos ojos negros para analizar cada parte de mi rostro—. "No encajo con alguien como tú" —se respondió solo.
Acertó. Mis ojos se abrieron en sorpresa al saber que eso fue lo que pensé.
— Si ya lo sabes, no insistas.
Dije eso con la vista a un costado, queriendo cortar todo tipo de situación extraña que pudiera surgir.
— Me gustas, Alisa —soltó en voz baja.
Regresé a verlo con rapidez. ¿Realmente dijo eso o yo escuché mal?
— No sé cómo decirlo, pero —volvió a divagar, nervioso quizás—. Hay mucho en tí que destaca del resto.
Me quedé en silencio, con el corazón en la garganta y los ojos sobre los suyos.
— No bebes, no sales de baile, prefieres quedarte en casa, amas la lectura, eres responsable en el trabajo, tu piel es muy natural, pero... Sobre todo, eres tú —terminó de enlistar como si no quisiera alargarlo más—. Sé que hay más en tí y, me gustaría verlo.
¿Qué se supone que quería escuchar de mí justo ahora?
— Eso es algo que diría un acosador...
Regresó a verme con el rostro preocupado.
— ¿Eh? ¡N-No! ¡No te he estado acosando ni nada por el estilo! —intentó explicar torpemente—. ¡De verdad, lo juro!
No pude evitar reír.
— Tal parece que no eres tan «cool» después de todo —bromeé con la mano sobre su hombro.
— Yo nunca dije que lo fuera, ese es su punto de vista —hizo un divertido puchero de molestia.
Sin previo aviso, me aferré a su brazo. Por primera vez en mi vida, tenía confianza en ser yo misma. Él no pretendía ser popular, era el mismo, es por eso que pudo ver atraves de mí.
— ¿Te gusta la comida picante? —le pregunté mientras lo conducía a la salida.
— ¿Eh? N-No especialmente —intentó retomar su confianza y dejar de sonrojarse.
— A partir de ahora te gustará —le guiñé el ojo y nos seguí llevando.
El cielo estaba oscura y las avenidas se iluminaban con la multitud de autos que transitaban. La brisa del viento hacia bailar las hojas que se desprendían de los árboles para anunciar la llegada del invierno.
— ¿Esto es un sí? —me preguntó sin verme.
— Quiero conocerte a tí, chico popular —bromeé con eso último.
— No me llames así, es odioso. ರ_ರ
— ¿Haz visto algún anime? —quise saber.
— ¡Ah, sí! —sacó su teléfono y empezó a buscar algo en el bloc de notas—. ¡Supe que te gustaban y ayer terminé de ver uno! <( ̄︶ ̄)>
— Waoo, increíble, ¿cómo se llama? —pregunté curiosa.
— Olvidé su nombre, pero esta es la portada —me mostró una foto.
... Era el anime de One Piece...
— Y tú dices que no quieres destacar, eh —regiré los ojos y seguí de largo.
— ¿Eh? ¡Espérame, Alisa!
Iba muy adelante de él, no pude dejar de sonreír al escucharlo seguirme y pedirme que lo espere.
¿Me gusta? Me gusta.
¿Por qué? Porque amó mi complejo.
¿Eso es bueno? Quien sabe, pero por primera vez, amé ser yo.
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¡Muchas gracias si llegaron hasta aquí! ✨
Recuerden chicas:
"Que quien te quiera, lo haga con la acción de respetar tus alas" 🤍😊