Desde que nací yo ya era diferente a los demás, pero no me importaba hasta que cumplí los diez años.
A esa edad las cosas eran terribles, pero gracias a alguien muy especial para mí, todo eso quedó atrás. Es el mejor chico que alguien como yo pudiera pedir, era comprensivo, amable, gracioso, y muchas chicas lo querían por su atractivo físico. No niego que también me atraen sus músculos tonificados, su bello rostro, y su estatura cercana a los dos metros; pero de tanto tiempo conociéndolo esas cosas son un poco mundanas, sí me atrae, pero no por ello estoy con él. Estoy con él debido a su carisma y lo que me hace sentir esa jovial sonrisa suya, o cuando me abraza en las noches que está en casa, o los dulces besos que no solo me da en mis labios, si no que también cubre mi cuerpo con ellos.
A veces es un poquito obstinado y me pide que hagamos el amor casi a diario, mas no niego que también me comporto de esa manera con él. Ambos somos tal para cual, a veces sabemos lo que el otro piensa con solo una mirada, y eso dice mucho sobre nosotros.
En mi vida he amado a pocas personas, no puedo decir que mi padre o mi madre, pues crecí sin ambos; no puedo decir que tuve hermanos hasta mucho tiempo después; no tenía otro familiar que no fuera mi abuelo, quien fue el primero en darse cuenta de mi condición, el primero en darse cuenta de que debí de nacer siendo mujer, pero los dioses me otorgaron otra cosa a cambio.
Pero cuando conocí a este chico, creí que le molestaría el hecho de saber que yo era igual que él, pero me reconfortó el corazón cuando me dijo que no le importaba, que él haría lo que fuera por protegerme, cuidarme, verme feliz, y amarme. Y lo ha hecho hasta el día de hoy de manera magistral y hermosa.
Cada día que paso con él siento como mi alma se llena de regocijo, y júbilo hay en mi corazón. Agradezco a los dioses por darme a alguien que tecnicamente es mi alma gemela.
Han pasado más de mil doscientos años desde que nos casamos, la espera por unirnos en matrimonio fue larga y dolorosa para mí, pero valió cada segundo. Y desde mi corazón te digo esto:
Gracias por amarme tanto, Arthakhshathra. Y te prometo ser mejor cada día para que no tengas que sobreprotegerme tanto.
Gracias, y te amo. Y siempre te seguiré amando. Mi chico con espalda de dragón.