-Eileen, necesito que me hagas un gran favor... mira, si no quieres tampoco te obligare...
-¡Lo que sea, mi señor! -dijo ella, mirándolo con adoración.
-Mañana se celebra una fiesta en el castillo real, claro, no estamos invitados... al fin y a cabo nada me detiene. Pero te necesitó, necesito que vengas conmigo, quiero que te acerques a cualquier alto mando y descubras todo lo que puedas sobre sus planes, o si sospechan de cualquier compañero. Sé que es una tarea peligrosa, pero confío en ti.
Eileen se tensó ante la idea, pero finalmente asintió con valentía.
-Lo haré, mi señor. Por ti, lo haré.
Dante sonrió, sintiéndose agradecido y un poco culpable por pedirle a Eileen que corriera un riesgo tan grande.
-Te daré todo lo que necesites para completar la tarea. Pero tienes que tener cuidado, Eileen. El credo es peligroso, y no puedo arriesgarme a perderte.
Eileen asintió de nuevo, con determinación.
-Entiendo, mi señor. No fallaré..
Dante la miró con orgullo y un poco de tristeza, sabiendo que estaba poniendo a su querida Eileen en peligro. Pero también sabía que no había otra opción si quería proteger a su reino y a su gente.
Entonces Dante noto que Eileen estaba nerviosa, sus piernas estaban temblando... entonces el suspiro.
Dante se acercó a Eileen con una sonrisa coqueta en su rostro.
-¿Qué te parece si hacemos un trato, Eileen? -dijo él mientras se apoyaba en la mesa frente a ella-. Tú me ayudas a infiltrarme en la guarida del credo y yo... te recompensaré por ello.
Eileen lo miró con sorpresa, sin saber qué decir.
-¿Cómo... cómo podría yo ayudarte con eso, mi señor? -preguntó tímidamente.
Dante se inclinó un poco más hacia ella, acercando su rostro al suyo.
-Oh, Eileen. Siempre tan dulce e inocente -dijo él con una sonrisa seductora-. Pero no tienes que preocuparte por eso. Yo te guiaré en todo lo que necesites hacer.
Eileen se sonrojó ante las palabras de Dante y bajó la mirada.
-¿Y... y qué recompensa tendría yo por ayudarlo, mi señor? -preguntó ella tímidamente.
Dante le tomó la mano y le acarició suavemente los dedos.
-Oh, mi dulce Eileen. La recompensa... será algo que nunca olvidarás -dijo él en voz baja y con una sonrisa seductora en su rostro-. ¿Qué me dices, Eileen? ¿Me ayudarás?
Eileen se mordió el labio, sintiendo su corazón latir fuertemente en su pecho. Finalmente, asintió con la cabeza.
-Sí, mi señor. Lo haré por usted.
Dante le dio un beso en la mano y se levantó de la mesa con una sonrisa triunfante.
-Perfecto, Eileen. Perfecto. Juntos, vamos a poner fin a los asesinatos del credo y salvar a nuestro reino.
Eileen se quedó allí, con el corazón latiendo fuertemente en su pecho, mientras miraba a Dante alejarse... su pecho latía sin parar, su respiración aumentaba cada segundo, sus pensamientos estaban nublados, y de un segundo a otro, Eileen corre y besa a Dante.
La decisión de Eileen sorprendió a Dante, quien no esperaba que ella fuera tan atrevida. Pero a pesar de ello, respondió al beso con pasión, dejándose llevar por el momento.
La intensidad del beso aumentó y Dante se dejó caer sobre la cama, atrayendo a Eileen hacia él. Sus cuerpos se encontraron y se abrazaron con fuerza, mientras sus lenguas se entrelazaban.
Dante se sintió atraído por la energía y la pasión que Eileen estaba mostrando en ese momento. Se preguntó si ella estaría haciendo esto para confiar mas en ella.... hasta que Eileen que estaba encima de Dante comienza a quitarse la ropa.
Dante se quedó sorprendido cuando Eileen comenzó a quitarse la ropa, dejando su cuerpo desnudo ante sus ojos. Se sonrojó y apartó la mirada, sintiéndose un poco incómodo con la situación. -Eileen, esto no es necesario -dijo, tratando de ser delicado.
Pero Eileen no parecía prestarle atención. Con una sonrisa seductora, se acercó a él y comenzó a desabotonar su camisa, mientras sus labios se encontraban en un beso apasionado.
-¿Puedo pedir mi premio por adelantado?
Dijo Eileen.
Dante se dejó llevar por la emoción del momento, mientras sentía la piel suave de Eileen contra su cuerpo.
Sus manos exploraron cada curva de su cuerpo, mientras ella gemía con cada caricia.
Finalmente, llegaron al clímax, y quedaron acostados en la cama, respirando con dificultad y con la piel sudorosa.