Agua que corre…
Estaba mareado, evidentemente ese último trago estuvo de más. Mientras el agua corría en el lavatorio del bar, intentaba encontrarme en el reflejo que devolvía el espejo. El aire era escaso, viciado, casi nauseabundo.
Llevé las manos al chorro de agua y las deslicé por mi nuca, los bellos se me erizaron desde allí hasta los tobillos. Suspiré fuerte y volví a buscarme en el espejo. Apoyado en el marco de la puerta un muchacho me observaba, con los brazos cruzados y una sonrisa de lado que se perdía en una barba espesa y obscura. Llevaba puesta una camisa azul tornasol arremangada con un par de botones sin abrochar, jeans y el cabello corto a los lados, un poco más largo arriba. Se acercó, tomó mis manos que aún estaban en mi nuca y las apoyó sobre la mesada del lavatorio manteniendo las suyas sobre las mías, cerró la puerta de taquito y arrimó su rostro a mi oreja.
– Sería un desperdicio dejarte solo aquí y así –miró mi rostro enrojecido por los tragos y luego mi entrepierna. Dijo susurrando– ¿Me permites ayudarte?
Su voz profunda hizo estragos en mi oído. Aún no sabía porqué mi amigo estaba despierto, probablemente algo en los tragos, o tanto tiempo sin atenderlo. Soy más de enamorarme, compartir sentimientos para vivir experiencias sexuales, pero hoy no era yo mismo, hoy mi cuerpo no me pertenencía, actuaba por sí solo. El calor del suyo era embriagante, su aroma también, amaderado y fresco. Abandonó mi mano derecha para surfear sobre mi camisa blanca con la suya, contorneó mi brazo y mis costillas hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón, metió su mano abilidosamente en mi ropa interior y tomó entre sus dedos y palma mi miembro con ágil destreza. No pude evitar dejar salir un sonoro gemido, mi cabeza ahora reposaba en el espacio entre su hombro izquierdo y su cuello. Su barba era suave, frotamos nuestros rostros gracilmente, sentía su respiración muy cerca de mi boca, que por lo fantástico de sus movimientos permaneció abierta en todo momento, jadeante y sonriente, ruidosa y expresiva. Apoyó su pelvis en mi retaguardia y sentí su pene duro sobre nuestras ropas. Aceleró el ritmo de su mano y con ello mis latidos erráticos junto a mis exhalaciones entrecortadas habilitaron el próximo paso. Tomó mi barbilla con la otra mano que hasta ahora no había dejado su anterior destino y giró mi cara hasta estrellar su boca con la mía. Sus labios eran dulces y carnosos, me besó apasionadamente mientras siguió arremetiendo con velocidad a mi amigo. Sabía que venía ahora, él también. Le dio paso a su lengua tersa y cálida, arremolinaba dentro de mí cavidad como tornado, arrasando hasta el último rincón de ésta. Una puntada increíblemente satisfactoria acaparó mi vientre bajo, y luego de un par de jalones más dejé mi semilla entre sus dedos y mi ropa. Mis manos se apretaron sobre la mesada y solté mi último gemido prisionero en su boca.
Quitó su mano lentamente de entre mi ropa y dejo que el agua que aún corría lavara mi esencia de sus dedos.
– Me alegró la noche haberte conocido – dijo apoyando su frente en mi hombro derecho, suspiró, levantó la vista y con una sonrisa se despidió abriendo de par en par la puerta de aquel baño.
《¡¿Quién hubiera creído que me llevaría semejante recuerdo éste día?!》Reí por lo bajo, abracé mi cara con ambas manos y mordí mi labio inferior. Enjuagué mis manos, finalmente cerré el grifo y con ello guardé en un lindo y luminoso rincón accesible, éste encuentro inesperado y endemoniadamente lujurioso.
Desde esa noche, cada primer jueves de mes, voy al mismo bar a probar todos los tragos y cócteles, deseando cruzarme en el baño con mi único, ardiente y fabuloso haber masculino en toda mi bendita vida…