Llevo un mes escondiendo las pastillas que me obligan a ingerir en este lugar, creo que he reunido las suficientes para alcanzar mi objetivo.
Escucho el clic de la puerta y veo como la enfermera ingresa con una bandeja en mano, me trae la cena, el olor a carne asada se filtra por mi nariz y por breves segundos me deleito con ello.
—Espero y te la comas toda-expresa la con amabilidad. El tiempo que he estado aquí encerrado no me he molestado en aprenderme los nombres de nadie.
—Se ve delicioso—le hago ver con una sonrisa fingida.
—Y lo está. Aprovéchalo, pronto saldrás de aquí, Dante—sonríe—. Verás como todo será diferente ahora. Asiento dándole la razón.
El doctor que me atiende le aseguró a mi familia que estoy curado, que el próximo lunes podré abandonar la clínica.
—Gracias. Eres una gran mujer—me despido. Su ceño se frunce y me mira extrañada, asiente y se retira de la habitación sin decir nada más.
Contemplo la cena por un momento, tomo el vaso con agua con manos temblorosas. Mi pase a la libertad—pienso—. Sesenta y dos pastillas reposan en mis manos, un mes entero de secretos, cada día traían dos para que las tomara y cada vez que lo hacían las escondía, hoy son sesenta y dos.
Comienzo a ingerirlas una por una, con cada trago un recuerdo junto a Mary viene a mi mente. Al terminar me recuesto en la cama esperando que ellas hagan su efecto, lágrimas se deslizan por mis mejillas. En está ocasión no hay tristeza, no siento nada a pesar de que mi rostro está empapado por mis lágrimas, es como si estuviera flotando entre nubes, se siente bien, en paz.
Cierro los ojos y la veo. Ella está allí con un vestido blanco con sus manos extendidas en mi dirección. Sonrío cuando ella lo hace y camino hasta llegar a su lado.
Toma mi mano y empezamos a avanzar, doy una última mirada hacia atrás, solo veo oscuridad, por un breve momento me detengo a observar la densidad que ocupa en el espacio, pero un apretón en mi mano hace que regresé a la realidad, con ellas unidas caminamos, algo me indica que esto es lo correcto, que mientras ella esté a mi lado todo va a estar bien.
La sigo entrando en un camino rodeado de luz y de muchas flores, ya no hay oscuridad, la niebla se disipó, no hay dolor aquí, no hay recuerdos que atormenten. Todo está en su lugar exacto.
Este es el adiós, un triste adiós.