¿Recuerdas la primera vez que tomaste mi mano? Llevabas tiempo invitándome a salir y siempre me negaba, ese día fue nuestra primer cita y se sentía bien, todo era correcto, todo estaba en su lugar y en el momento que sentí una corriente pasar por mis dedos lo entendí, no me importaba si el mundo se detenía o giraba más rápido, no me importaba nada porque estaba contigo y tú me hacías feliz. Pero siempre me asustó ser la chica que se enamoraba del patán, al final dio igual, me enamoré. Me enamoré perdidamente de ti, de tu sonrisa y tu mirada, de tus acciones y palabras, de tus manías y rutinas. Me enamoré de ti y mi corazón brincó cuando me dijiste que también lo estabas, sentí alivio de saber que no era un juego para ti. Y entonces nos adecuamos tan rápido a la vida del otro que parecía nos conocíamos de toda una vida, llegaba antes para verte, te quedabas más para comer conmigo, nos llegamos a conocer tan bien que ahora que no estás estoy segura de lo que estás haciendo, sé que vas a ir a tu entrenamiento, darás tantas vueltas en la pista que te va a doler respirar y tú sabes que voy a tocar el piano por horas hasta que mis meñiques me duelan y no me detendré ahí porque algo tiene que doler más que el corazón. Sé que nos amamos, nos amamos tanto que preferimos lastimarnos a nosotros mismos antes de lastimar al otro y no entiendo, no puedo comprenderlo ¿qué pasó? ¿En que momento todo se tornó mal? ¿Cuándo comenzamos a ocultarnos tantas cosas? Todo eso nos hizo daño, nos lastimó y acabó con nosotros.