La dicha de experimentar el amor y que este sea correspondido es algo de lo que no cualquiera puede presumir; es un tesoro hallarlo, una dicha sufrirlo y una grata y chispeante coincidencia que el ser amado corresponda devuelta con el mismo sentimiento. Pronto con la misma intensidad.
Muchos empiezan a quererse con la mirada; otros, en cambio, son más directos, y prefieren una declaración frontal con pelos y señales.
Para algunas parejas ni siquiera hace falta mediar palabra cuando ya se están queriendo.
Y para otros pocos, que en realidad son la mayoría; y los más nobles, segun dicen por ahí, el hecho de que el objeto de su afecto sea feliz, sin importar si con ellos, con otros o de cualquier manera, le es más que suficiente para ser feliz por igual.
Egoísta o liberal.
Ya sea del tipo físico, platónico o pasional.
Los amantes antes de serlo pasan a considerarse más que simples amigos. Hay química, que se siente y se nota.
Saltan a la vista sólo las virtudes. Y ni idea del mínimo defecto en la otra persona.
Se registran cosquilleos, nervios y hasta arcoiris.
Se quieren y eso se siente bonito.
Por solo un rato o para rato.
Se aprecian los detalles.
Y el alrededor ni viene al caso.
Porque es un sentimiento desbordante.
Uno para valientes.
Que no se entiende.
Mucho menos se comprende.
Que no se elige.
Ni se decide.
Que permanece y crece.
El cariño, la comprensión y el interés lo riegan.
Entonces florece.