En la obscuridad
Las manos me tiemblan, veo la mugre bajo mis uñas quebradas, mezclada con sangre. Las yemas de mis dedos están cortadas y llenas de astillas. He dejado capa tras capa de piel por todo el lugar y aún no encuentro la salida. Mi respiración es la mínima para sobrevivir, el aire aquí es denso y nauseabundo. La negrura de esta caja es casi absoluta, todavía no puedo abrir los ojos completamente. Esos idiotas se encargaron de golpearme duramente, tanto como para reducirme a una masa de huesos y carne sin forma, sucio, maloliente, orinado, escupido y ultrajado de mil maneras, sólo por pensar diferente…
Cuando salí de mi hogar ese día《ya ni recuerdo cuantos han pasado ya, pero era martes》lo último que se me ocurrió pensar era que terminaría así. En mis veinti tantos, he visto y oído muchas cosas, inclusive ficciones donde se trataba ésto que me pasa, pero no creí tener que vivirlo en carne propia nunca, mi mente ilusa y mi corazón utópico querían creer que ya no sucederían estas cosas. A pocos metros de mi casa me vi rodeado de cinco muchachos que nada tenían de simpáticos ni comprensivos. Entre insultos y empujones me cargaron como bolsa de papas y me arrojaron a esta caja. Se turnan para decirme que soy el ser humano más despreciable sobre la tierra, me golpean fuerte, se orinan sobre mi cuerpo semidesnudo. Como si fuera un objeto, me manosean, muerden y ponen sus dedos, objetos y sus partes íntimas dentro de mí. Mi boca está llena de llagas después de haberla profanado insesablemente, de vez en cuando me traen agua, aunque la mayoría de las veces me la arrojan, algunas me permiten beberla. Una de estas bestias《no puedo llamarlos de una mejor manera》es un poco más suave. A veces me da la sensación de que solo está acá por pertenecer, golpea la caja y grita cuando está solo conmigo. Casi no me toca y es él quien me permite beber y descansar de los otros cuatro, pero cuando están todos juntos es uno más del grupete. Me pregunto constantemente ¿quién en su sano juicio le haría a alguien las cosas que supuestamente aborrece?, ¿acaso no detestan mi orientación sexual lo suficiente como para mantenerse alejados de un ser como yo?.
Sigo aquí, hoy me tomé el atrevimiento de preguntarle como se llama, dijo que su nombre es Pablo. Ví la oportunidad de salir de ahí, así que le dije que no diría nada, que tenía la oportunidad de dejarme ir, que pronto su mente estaría clara y no tendría que hacer pasar por esto a alguien más o volver a pasarlo él mismo. Le dije que sería mi salvador y yo el suyo. Que pronto volverían los otros y deberíamos aprovechar para huir. Él caminaba de un lado a otro mientras con las pocas fuerzas que me quedaban le rogaba que nos fuéramos. Finalmente pude convencerlo, y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en un bosque, corriendo entre árboles. Pasó mucho tiempo, lo sé porque la luz que molestaba a penas salimos ya no estaba a nuestro alrededor. Jadeante, casi sin aliento, y apenas pudiendo ver a través de mis hinchados y lastimados ojos, fuí arrastrado del brazo hasta llegar a una cabaña. Evidentemente Pablo la conocía muy bien. Estaba calefaccionada, olía a hierbas y su piso era cálido. Mis pies lastimados querían echar raíces en esa calidez. Él rápidamente tomó un bolso y cargó varias prendas y algunas cosas que no pude distinguir. Me arrojó ropa seca y limpia y una campera con capucha, me apuró para que me cambie, luego trajo unas botas de lluvia para que me ponga. Tomó dinero y unas llaves de la mesa cerca de la puerta y nuevamente fuí jalado hasta un auto. Me subió a los empujones, entregándome el bolso que antes llenó. Dijo que me dejaría en la terminal de tren, que tomara el primero que saliera en la dirección más lejana a mi casa y que nunca más volviera.
Cuando estuve en el tren,ya en mi asiento, abrí el bolso. Dentro encontré varias prendas y también un cuaderno y una lapicera. Pablo había escrito todo lo que me hicieron con detalles, detalles que había borrado de mis recuerdos. Leí todo, varias veces. Aún quedaban hojas en blanco, así que anoté sus descripciones físicas, no quería olvidar nada. Todavía tenía muchas cosas frescas en mi mente y no podía dejarlas ir. Lloré mucho durante todo el viaje, pero aún así no dejé de deslizar la lapicera por esas hojas. Cuando estaba llegando a mi destino había llenado casi por completo el cuaderno. Al final de la última hoja, en el reverso Pablo había escrito la dirección de la cabaña, el número de una cuenta bancaria y su clave. También la clave de una caja fuerte que había en la cabaña. Era obvio que había pensado mucho todo ésto.
Pasaron tres años desde que me fuí, regresé sólo con la intención de hacer la denuncia en la comisaría del que fue mi barrio, pero quería ver que había sido de esa cabaña en estos años. Ya no era el muchacho asustadizo y débil de aquella vez. Ahora sabía y podía defenderme.
La puerta no tenía llave. Entré a la cabaña pensando en tener una lucha cuerpo a cuerpo con aquél individuo, pero solo me encontré con los muebles cubiertos para que no se arruinen y sobre la mesa junto a la puerta unas llaves. Debajo un sobre con mi nombre.
Dentro del sobre había una carta donde Pablo decía ser un imbécil, inmaduro y poco hombre por haberme lastimado. Que esa cabaña, su cuenta bancaria y lo quedaba en la caja fuerte me pertenencían de ahora en más, que podía hacer lo que se me antojase con todo eso y que aunque sabía que no lo perdonaría quería hacer algo bien en su vida. Pablo dejó en la caja fuerte fotos, videos y otros escritos de lo que me hicieron. Los nombres completos y direcciones de todos los participantes y algunos de mis objetos personales de cuando fuí secuestrado.
Al final de la carta decía que esperaba no tarde mucho en regresar fuerte y victorioso, que deseaba que supere todo y tenga una vida maravillosa, junto a seres que me merezcan a su lado.
Pablo había sido mi compañero de secundaria solo que no lo recordaba. Lo noté cuando pude ver sobre la caja fuerte, la foto de egresados en la que ambos sonreíamos.
Pablo se pegó un tiro en la cien, en la puerta de la comisaría, la mañana siguiente a la noche en que me dejó ir. Pablo tenía una nota en el bolsillo, que decía "Soy culpable, las pruebas las traerá 'mi salvador', cuando esté listo para enfrentar a sus perpetradores".