Leya al ver qué le habían disparado a Edgar, se balanceó hacia el secuestrador del arma y forcejeo como pudo.
La ira de ésta no dudo en demostrarse después de presenciar el disparo. James, intentando liberarse del forcejeo apretó el gatillo sin querer y el disparó hacia el asiento del conductor.
El auto sé descontroló antes de que el segundo secuestrador pudiera agarrar el volante de su compañero muerto.
El impacto fue brutal ante un muro.
Ambos, James y Leya tenían golpes en la cabeza.
Leya pudo abrir los ojos. Sintió un dolor de cabeza mientras un tambaleante sonido en sus oídos no paraba de pitar.
Se tocó la cabeza. Enseguida notó la empapada sangre y con las fuerzas que le quedaban intentó salir del auto mientras que agarró el teléfono qué había sosteniendo minutos antes el secuestrador.
No se fijó si ellos estaban vivos o muertos. Sus pies adoloridos intentaron correr, pero no podía más que tambalearse.
El miedo se apoderó de ella. Buscó la forma de volver a comunicarse con Charles pero unas manos fueron directamente a sus brazos.
James estaba todo ensangrentado, y la miraba furioso.
– Qué crees que haces maldita perra.
Leya intentó salir corriendo cómo pudiera, pero James volvió a forcejear con ella, haciendo qué soltara el teléfono.
Ella gritó. James tenía aún la pistola en mano y la apuntó al pecho.
—Harás lo que te diga. Vamos!
Leya le pisó el pie con fuerza haciendo qué este gritara de dolor y soltara su agarre.
Le dió un golpe con su rodilla en su ingle y con el nerviosismo de que le dispara empezó a correr con todo el cuerpo adolorido.
Mientras James intentaba pararse e ir tras ella, ella seguía por la carretera.
No pasaba nadie.
Miraba asustada a todos lados pero la noche era oscura sin luces en el camino.
Siguió andando hasta qué un camión aparecía a lo lejos.
No se veía a James por ningún lado.
Ella le hizo seña al camión y éste se detuvo. En el momento en qué el conductor le dijo que subiera, un disparo dió en el camión. Leya se subió lo más rápido posible. James seguía disparando y el conductor enseguida apretó el acelerador.
—¿Qué diablos...?
— Gracias gracias gracias señor...
— Si claro, esa persona te quiere matar ... Te llevaré a la policía...
— No a la policía no, necesito ir de inmediato al hospital..
El conductor la observó.
—Segura...?
—Por favor ...
El conductor no dijo nada más. Acelerando cada vez que podía consiguió llegar al hospital en menos de 10 minutos.
Leya salió a pesar de los gritos del conductor que le decía que esperara.
Impaciente, observando cómo algunos enfermeros la miraban decidió preguntar.
—¿A venido alguna persona con herida de bala? ¿Hay alguna? Por favor, ayúdenme, necesito saber.
Mientras observaba a todos lados encontró al final unos ojos a los qué conocía.
—¡Charles!-gritó sonriendo —.
Este levantó la vista y sorprendido fue rápido hacia ella.
— ¡Leya!
Sus manos tocaron la suave tela del traje y se sintió al fin protegida.
— Donde está Edgar. Dónde está el — dijo angustiada — ¿El está bien?¿Está vivo?
—El está bien, no te preocupes... — Charles la abrazo mientras que Leya comenzaba a llorar — ¿Tú estás herida?¿¡ Cómo te escapaste !?
—Yo...
Un grito la hizo mirar hacia atrás.
—¡¡Si no puedo llevarte entonces te mataré aquí mismo!!
James disparó mientras toda la gente del hospital gritaba e intentaba esconderse. El disparo iba para Leya. Charles sacó su arma y se puso adelante de ella, dando la bala en el pecho del.
—¡Charles!— Gritó desesperada al ver qué Charles había recibido la bala por ella—.
Este disparó con la última fuerza que tenía, dándole a James unos cuantos disparos.
Ambos cayeron para atrás; James muerto mientras que Charles tubo tiempo en ver cómo Leya lo tenía en sus brazos, llorando.
La boca ensagrentada intentaba formular palabra.
—Charles que has echo...
— Señorita Monroe, ... Ya estás a salvo.
— Charles no me hagas esto, porfavor...
Los enfermeros se acercaron, pero Charles desistió de la ayuda médica.
— Déjenme ir... Quiero... Qué me perdones ... No pude cumplir... La promesa...
— No Charles, lo hiciste... Charles deja que te atiendan...
—Quiero ir con mi... familia ... Leya...— lentamente subió su mano a su rostro lleno de lágrimas — Sé qué Edgar estará cuidándote muy bien...
—Charles no te vayas...
— ...Cuida a Edgar...
Charles cerró los ojos. Leya intentó moverlo para despertarlo pero ya no se sentía su respiración.
Los enfermeros y doctores se acercaron. Sacaron el cuerpo ya sin vida de arriba de Leya mientras ésta seguía llorando.
Vió cómo ambos cuerpos eran puestos en camillas y tapados con una especie de sábana blanca.
Leya observó el cuerpo de Charles, el había muerto por ella.
Vió una camilla está vez saliendo de una habitación. Su rostro sintió un poco de alivio al ver a Edgar. Leya fue hacia la camilla.
—¿El como está? ¿Porqué no está despierto?
— Recién a salido de cirujía, le quitamos la bala de su cadera.
—¿El estará bien ¿volverá a caminar?
—Por suerte, ningún nervio ha sido dañado. Sólo hay que esperar su avance.
Leya agarró la mano fuerte de Edgar.
—Mi amor estoy aquí, estoy aquí contigo.
Una enfermera la sostuvo haciendo qué soltara la mano de Edgar.
—Señorita, tenemos qué revisarla.
Leya observó a la camilla entrar en una habitación.
—Quiero estar con el.
— Lo sé, pero está herida, necesitamos atenderla.
Leya quedó observado la puerta de la habitación.
— Vamos, señorita.
Leya siguió a la enfermera. La necesidad de que Charles estuviera aún vivo y no la hubiera dejado sola le hacía doler el corazón. Necesitaba qué el estuviera ahí.
Mientras le limpiaban la sangre de la cabeza, pensó en Edgar.
Qué el estuviera bien y sin correr peligro era lo qué la mantenía en ese momento.
Amaba a Edgar, lo amaba, y desde que vió que le disparaban sintió el mismo dolor que un corazón arrancado.
Sólo quería terminar, y sólo quería estar con el.
____
[Seis meses después]
— Y usted Señorita Collins, ¿ Acepta a Edgar Foster cómo su legitimo esposo?
Leya observó hacía atrás observando que nadie fuera capaz de interrumpirlos.
Miró los ojos claros de Edgar. La línea de una sonrisa apareció en su rostro.
Estaba cumpliendo al fin su sueño. Se fijó en lo bien que Edgar volvía a estar justo a su lado, agarrando sus manos con suavidad.
—¿Cariño...?— dijo suavemente despertandola y trayendola a la realidad —.
—Ah sí, sí acepto.
— Bien, yo os declaro, marido y mujer. Puede besar a la novia.
Edgar besó a Leya. Sus labios se movieron con necesidad a sellar su amor sin preocupaciones, mientras oían aplausos detrás de ellos.
Él se separó lentamente.
— Bienvenida de nuevo, señora Foster.
El suavemente bajó su mano hacia su abdomen mientras sonreía.
— Está vez nadie será capaz de separarnos a ninguno de los tres.
— Te amo.
— Te amo Leya.— volvió a besarla — Sólo a ti.
FIN.