Floppy era un caracol. Y, como todos los caracoles, era muuuuy lento. Vivía en un macizo de verdes y sabrosos tréboles. Pero Floppy era curioso. Se preguntaba qué habría al otro lado del macetero. Además, ¡estaba harto de comer trébol, quería descubrir otros sabores, otras texturas…! Así que un día decidió explorar más allá de su macizo de tréboles.
-¡Hola! -saludó Floppy a una hormiga.
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
Las hormigas eran muy educadas, muy disciplinadas, todas igualitas y trabajaban con una coordinación envidiable. Floppy estaba seguro de que, más que pequeños bichitos individuales, las hormigas eran piezas idénticas de un mismo engranaje.
-Perdona. Lo siento mucho -dijo Floppy apartándose lentamente de la entrada del hormiguero- ¿Sabes cómo puedo llegar hasta las matas de margaritas?
-¡Claro! Trepa hasta el borde del macetero y dirígete hacia la derecha.
-¡Gracias!
Con lento deslizar, Floppy se puso en marcha. Al cabo de un buen rato, llegó hasta las margaritas. ¡Qué lugar tan bonito! Estaba a punto de dar un gran mordisco a una de aquellas dentadas hojas, cuando notó que una sombra se cernía sobre él. ¡Y se asustó!
Sin pensarlo, se escondió en su concha. Notó unos movimientos, unos ruidos muy extraños… ¡Parecía como si su cuerpo flotara por el aire! Al fin, todo pasó. Cuando estuvo seguro de que ya no había peligro, asomó con cautela los cuernos. Miró a la izquierda y a la derecha. Sacó, poco a poco, el cuerpo de su caparazón. ¡Qué extraño! De nuevo estaba en el macizo de tréboles.
-¡Hola! -saludó Floppy a la hormiga.
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
Floppy no entendía nada, pero era cierto. Estaba de nuevo sobre el hormiguero.
-Perdona. Lo siento mucho. No sé cómo he llegado hasta aquí… quería ir hasta las matas de margaritas, pero…
-Para llegar a las margaritas, trepa hasta el borde del macetero y dirígete hacia la derecha.
-¡Gracias!
Floppy se volvió a poner en camino. Y llegó, por segunda vez, hasta las margaritas. Pero entonces, la misma sombra se abalanzó sobre él. Y, asustado, volvió a esconderse en su caparazón. Una vez pasado el peligro, volvió a asomar los cuernos, primero, y la cabeza después. La hormiga le observaba.
-¡Hola! -volvió a saludar Floppy.
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
¿Otra vez? ¡Pero qué córcholis estaba pasando!
-Perdona… otra vez… yo estaba en las matas de margaritas pero…
-Para llegar a las margaritas, trepa hasta el borde del macetero y dirígete hacia la derecha.
-¡Gracias!
No hace falta decir que Floppy, tan pronto llegó hasta las margaritas, apareció de nuevo sobre el hormiguero.
-¡Hola!
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
Y lo intentó una y otra vez y otra vez…
-¡Hola!
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
Entonces Floppy se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo ¡Estaba atrapado en el tiempo! ¡Sí, eso era! ¡Tan pronto llegaba hasta las margaritas, por arte de magia, viajaba al pasado! Los mismos tréboles, la misma hormiga, encima del mismo hormiguero… ¡Era de locos!
Aún así, no se dio por vencido y decidió intentarlo una vez más. Durante el laaargo camino, Floppy pensó que, si quería un final diferente a su aventura, debía actuar de manera distinta. Así que tan pronto notó la sombra abalanzándose sobre él, se mantuvo firme… y no se escondió. Vio cómo, efectivamente, su cuerpo se desprendía del suelo y comenzaba a flotar.
-¡Abuela, otra vez el caracol! Todo el rato se va hacia las margaritas -escuchó decir a una vocecita infantil.
-Vuelve a ponerlo entre los tréboles, así no se comerá las flores -respondió la abuela de la niña.
De nuevo sobre el hormiguero, Floppy comprendió: cada vez que llegaba hasta las margaritas, una niña humana volvía a colocarlo sobre el hormiguero. ¡Estaba claro que no lo querían allí! Pero, ¿y la hormiga?
-¡Hola!
-Aparta, por favor. Estás llenando de babas nuestro hormiguero.
-Sí, ya me lo has dicho… VARIAS veces.
-No entiendo. ¿Varias veces? Es la primera vez que hablamos hoy -se sorprendió la hormiga.
¡Entonces Floppy levantó sus cuernecitos y miró alrededor. Había un montón de hormigas cerca del hormiguero. ¡Así que no había estado hablando con la misma! Claro, es que TODAS le parecían IGUALES. Y todas se comportaban igual.
Una vez resuelto el misterio, Floppy entendió lo importante que era ser observador, no dar nada por hecho y, sobre todo, que las situaciones extrañas suelen tener una explicación sencilla, aunque, a veces, inventemos razones descabelladas.
¡Ah! Pero no creáis que Floppy se rindió. Esperó hasta que se hizo de noche y los humanos se fueron a dormir para llegar hasta las matas de margaritas y darse un gran festín.
Curiosidades sobre los caracoles para niños
Los caracoles son moluscos gasterópodos que cargan con una concha en espiral que utilizan para refugiarse o protegerse del exterior. ¡Por eso se dice que el caracol siempre lleva su casa a cuestas! La concha de los caracoles crece con ellos, por lo que no necesitan cambiarla, como sí hacen otros animales cuando se les queda pequeña.
No existen caracoles chica y caracoles chico. ¡Los caracoles son hermafroditas! Esto quiere decir que son chico y chica al mismo tiempo. ¡Alucinante! Estos simpáticos animalitos, a pesar de tener los ojos al final de sus largos cuernos, no ven muy bien. Tampoco oyen y se guían, sobre todo, por su olfato. No tienen dientes, así que raspan las hojas para alimentarse.
Para moverse, los caracoles se arrastran sobre su cuerpo. Esto les convierte en animales muy lentos. Si un caracol se moviera sin parar tardaría una semana en recorrer un kilómetro, mientras que tú puedes recorrerlo en unos 15 minutos.
Acabemos con un poco de sabiduría: Albert Einstein, considerado el científico más importante del siglo XX, dijo: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Y este consejo es el que siguió el caracol Floppy para conseguir cambiar el rumbo de su historia. ¡A ti también te puede ser muy útil! Recuérdalo.
Cuentos de caracoles para niños, ¿por qué les gustan tanto?
Existe un importante número de búsquedas en internet sobre cuentos de caracoles para niños, y no es de extrañar si tenemos en cuenta el interés que despiertan estos animalitos en los más pequeños. ¡Un caracol es el animal ideal para que los niños tengan su primer contacto con el reino animal natural!
Todos los niños han encontrado algún caracol en un jardín siendo muy pequeñitos y, la gran mayoría, enseguida se han sentido atraídos por un animal inofensivo, extraño, que pueden manipular y saben (por la reacción de simpatía de suspapás y mamás) que no les hará daño. Los caracoles, a ojos de un niño, son un animal tan extraño como sorprendente: cargan con su propia casa, son asustadizos y se esconden rápidamente, dejan un rastro de babas que les hace mucha gracia y tienen los ojos al final de unos largos cuernecitos retráctiles muy divertidos. ¡No se puede pedir más!
Es precisamente esta simpatía que los caracoles despiertan en los niños lo que ha favorecido que estos tranquilos bichitos de jardín se conviertan en protagonistas de numerosos cuentos y fábulas. Además, al ser muy lentos, siempre dan juego para una trama en la que el caracol debe lograr algo, pero no es capaz debido a su lentitud. ¡Y en Mumablue no queríamos dejar pasar la oportunidad de dedicarles uno de nuestros cuentos para leer a los niños!