Esta es una de esas historias en las que aborreces o amas al protagonista, creo que, si no me hubiera pasado, muy seguramente estaría del lado de los que aborrecen.
He comprobado que el amor no se mide en relación con el calendario, no se puede aproximar el peso, ni la cantidad del amor. Pero si se puede apreciar su calidad. El amor es como una magia que se comparte con el otro, en mi caso, con la otra, no sabemos cómo funciona, pero hace que las cosas sucedan.
También soy testigo, de que, así como este sentimiento puede ser una llama que nos mantiene calientes y cómodos, lastimosamente puede llegar a ser un fuego agobiante que quema lo bueno a su paso y nos deja botados en las cenizas de lo que pudo llegar a ser una gran historia.
Precisamente así me encontraba cuando Juana, la amiga de mi ex me envió un mensaje de aliento, en medio de risas y muchas golosinas ella me ayudó a sacudir las cenizas y sin percatarnos de lo que sucedía a nuestro alrededor nuestros labios se juntaron como los de la dama y el vagabundo.
Políticamente incorrecto, pero se sentía tan bien… las horas se hicieron días y los días semanas, pero no hay nada oculto entre cielo y tierra. Y si se enteraban de lo nuestro seríamos desterradas de nuestro círculo social por alta traición, y es que existe un imaginario colectivo de guardar cierto luto a una relación cuando muere.
Ya habían pasado semanas y aún se sentía esa necesidad de mantenerlo oculto. Pero en la oscuridad no pueden germinar las semillas y poco a poco se apagó la llama… Sin embargo, persiste entre nosotras ese calorcito de la hoguera que se quedó congelada en el tiempo por si algún día llegamos a darle un soplo para que reviva de nuevo.