Érase una vez una familia muy peculiar conformada por Donatella Mamá Bruja, Ramsés Papá Momia y tres hijos con personalidades únicas y absolutamente atractivas. El más pequeño de los tres, Chupetín, de seis siglos, era un fantasma muy goloso cuya mayor debilidad eran las piruletas de caramelo. Octavio era el hijo mayor, un adolescente vampiro de doce siglos y amante de la música rock. Y por último, y en el medio de los dos hermanos estaba Viví, la Brujita, una niña de nueve siglos superdotada y con una pasión inmensa por la literatura antigua. Era igualita que Donatella.
A esta gran y particular familia se sumaban dos mascotas con poderes mágicos: Sócrates el Búho, que congeniaba de lo lindo con Viví por las numerosas cosas e intereses comunes que compartían, y Rayo, un gato negro perezoso como cualquier otro, que procuraba compartir el mayor tiempo posible con Octavio en su habitación.
¿Quieres conocerlos? Pues para hacerlo es preciso acudir al llamado Pantano del Olvido. En este lugar, una mañana de Halloween, la luz de las luciérnagas era lo único que iluminaba la casa situada al final del pantano. En ella se encontraban Donatella Mamá Bruja y sus tres hijos. Ramsés Papá Momia había salido justo aquel día temprano para reunirse con unos familiancestros que habían decidido visitarles en aquellas fechas tan señaladas. Viví estaba encantada con la idea de aquella visita, convencida de que podría avanzar en su interés por lo antiguo con alguna que otra investigación.
Donatella Mamá Bruja cumplía todos los deseos posibles a sus hijos, pues los amaba más que a nadie, en especial a Chupetín, el más pequeño y tierno de todos. Tal vez por ello Chupetín disfrutaba aquella mañana de Halloween de una piruleta tan grande, que hubiera necesitado seis siglos más para terminarla. Era su cumpleaños, y Donatella no había podido negársela.
No muy lejos de allí, en un pueblo muy cercano llamado Luna Llena, todos los vecinos se preparaban para vivir una mágica e inolvidable fiesta de Halloween. Aquella era una noche en la que, grandes y pequeños, disfrutaban luciendo sus mejores disfraces, colocando aterradores y divertidos adornos y disfrutando de dulces de todas las formas y colores. Chupetín había oído hablar de aquella fiesta y soñaba con acudir allí a jugar con los niños de Luna Llena. Pero Donatella Mamá Bruja no les dejaba salir de casa y mucho menos de la zona del Pantano del Olvido. Solo tenían permitido de vez en cuando salir a la laguna del pantano y jugar con los monstruos que habitaban en ella. Pero aquello no era suficiente ya para Chupetín, necesitaba ver mundo.
Mamá, ¿qué hay al otro lado del pantano?- Dijo Chupetín intrigado mientras disfrutaba de su enorme piruleta.
Chupetín, al igual que sus dos hermanos, desconocía qué era exactamente lo que había al otro lado del pantano. Sabía que había niños y familias pero no que eran muy distintos a ellos, completamente humanos y mortales. La pregunta de Chupetín retumbaba en la mente de Donatella. Nunca había engañado a sus hijos, pero le preocupaba mucho que se obsesionaran con el pueblo de Luna Llena, un lugar al que nunca debían acudir porque podían correr peligro.
Pasado un rato Donatella contestó a Chupetín:
Al otro lado de este pantano hay un pueblo, Luna Llena, pero nunca debemos ir allí, Chupetín. ¿Entendido?
Tras aquella contestación Chupetín salió corriendo en dirección a la habitación de su hermano Octavio.
¡Ábreme, Octavio! ¡Al fin sé lo que hay al otro lado del pantano!- Gritó entusiasmado Chupetín mientras aporreaba la puerta de su querido hermano.
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