Érase una vez, en un lugar muy lejano llamado Karulé, una comunidad entera de hadas en la que todas ellas tenían una importante misión: la de hacer que los niños infelices dejaran de serlo.
El hada más joven, llamada Dorothy, estaba muy triste porque no tenía mucha experiencia y le daban siempre misiones más sencillas que a las demás. Hasta que un día le fue asignada una misión muy importante también. Dorothy sintió al principio mucho miedo, pero al mismo tiempo alegría, por lo que de inmediato corrió a contárselo a su mejor amiga Cristel:
Me da miedo no poder resolver esta misión- Dijo Dorothy. ¡No te preocupes, lo vas a lograr!- Respondió Cristel.
Cuando llegó a casa de Miguel (que era la misión que le habían encomendado), Dorothy se dio cuenta de que no iba a ser nada fácil, y por ello decidió regresar a Karulé y hablar con el hada reina llamada Flor.
No creo poder dar un final feliz a la misión que me fue asignada- Dijo Flor.
A lo que Dorothy respondió:
Pienso que Miguel es un niño muy infeliz, por lo que no creo que yo cuente con la fuerza suficiente para que pueda dejar de serlo. Si te asignamos esta misión es porque tenemos la certeza de que puedes hacerlo, así que regresa y cumple con ella. Pero sin romper las reglas, ¿eh?- Dijo el hada reina Flor.
Dorothy regreso a casa de Miguel y comenzó a pensar cómo podía hacer a aquel niño feliz. Dentro de las reglas se contemplaba que, únicamente el niño que era cuidado por un hada, tenía la oportunidad de saberlo. Sin embargo, Dorothy no confiaba en que Miguel cumpliera con esta regla, y como era su primera misión importante no quería correr el riesgo de ser regañada por la comunidad solo porque Miguel le contara a alguien que tenía un hada. En consecuencia, Dorothy decidió que lo mejor iba a ser mantenerlo todo en secreto, es decir, que ni siquiera el niño supiera que estaba siendo cuidado por un hada por una vez.
Y así pasaron días, semanas y meses, hasta que después de observar a Miguel todo ese tiempo, Dorothy se dio cuenta de que estaba haciendo bien su trabajo y que ya era hora de que Miguel lo supiera todo porque ya era un niño mucho más feliz. Así, un día, mientras Miguel dormía, Dorothy le habló en voz baja hasta que logró despertarle y ahí fue cuando Miguel se dio cuenta de que todo lo que le estaba pasando no era solo cuestión de suerte. ¡Y por supuesto que no! Porque las hadas mágicas no permanecían un minuto junto a un niño si este no daba muestras de comportarse bien en su día a día, y Miguel era el niño más bueno del mundo.
Pasó aún más el tiempo y Dorothy fue logrando que Miguel fuera feliz poco a poco y que confiase más en sí mismo, hasta que un día mandaron un hada mensajera de Karulé hasta la casa del niño a decirle a Dorothy que su misión había sido cumplida de una manera muy satisfactoria y que, por tanto, tenía que regresar ya al reino de Karulé. Dorothy se sintió muy triste porque había disfrutado mucho y había cogido muchísimo cariño al pequeño, pero se sentía satisfecha y orgullosa también por haber podido cumplir con éxito la misión, así como de saber que el niño ya no la necesitaba.
Entonces, Miguel y Dorothy se despidieron e hicieron una promesa: la de volverse a ver algún día. No sabían cuándo, pero estaban convencidos de que aquella unión tenía que permanecer. Esto tampoco era una regla contemplada en el libro de misiones de las hadas…pero, como pensó Dorothy, ¡siempre hay cosas que pueden cambiar a mejor!