Érase una vez un reino muy, muy lejano, en el cual vivía un rey con sus doce hijos, once príncipes y una princesa cuyo nombre era Elisa.
El rey era viudo, pues su esposa había muerto de una extraña enfermedad, de manera que ya tenía permitido el volver a casarse. Entonces, cuando Elisa era apenas una niña, el rey se casó con la reina de otro reino cercano, que era casi tan grande como el suyo y mucho más rico.
Y, aunque todo parecía feliz, lo cierto es que cuando terminó la boda la reina se mostró como realmente era: una bruja malvada que con un hechizo había hecho parecer a su reino un lugar próspero, cuando en realidad era una tierra pobre y seca en la que nada crecía por culpa de su maldad.
La bruja había hechizado al rey, y para que su reinado no encontrara opositores, convirtió a los once príncipes en cisnes, que rápidamente volaron del castillo internándose en el bosque. Sin embargo, la bruja no lanzó ningún hechizo sobre la pequeña Elisa, pues pensó que por su edad no supondría ningún problema para ella.
Y así pasaron los años, y la noche antes de que Elisa cumpliera 15 años se le apareció un hada del bosque:
—Elisa, he venido a advertirte. Como estás a punto de cumplir 15 años, la bruja malvada va a embrujarte mañana en tu fiesta. Si quieres salvarte, deberás lograr arrebatarle su corona, pero solo tu bondad podrá ayudarte a hacerlo —dijo el hada.
Pero Elisa no creía lo que oía, y entonces el hada dijo:
—La bruja también hechizó a tus hermanos y los convirtió en cisnes. La buena noticia es que su magia es negra, pero no es poderosa. Por eso todas las noches tus hermanos vuelven a ser humanos y, si quieres comprobarlo, mira hoy por tu ventana cuando anochezca.
Y así lo hizo Elisa, que pudo ver desde la ventana de su torre como once cisnes, que andaban en un lago del bosque, se convertían en personas.
— ¡Es cierto lo que me dijo el hada! ¡Mis hermanos están vivos! —Exclamó Elisa con verdadero asombro.
La joven Elisa estaba muy feliz e impresionada, pero aun así no sabía cómo enfrentarse a la bruja. Al día siguiente, en su cumpleaños, se celebró un gran banquete presidido por la bruja. Entonces, justo en el brindis y mientras todos bebían de sus copas, la bruja lazó su magia hacia Elisa, esperando convertirla también en cisne.
Para su sorpresa, la bondad de Elisa hizo de protector frente a su terrible magia oscura, momento en el que la joven aprovechó para quitarle la corona a su maligna madrastra. Cuando la corona cayó al suelo, la bruja se convirtió en un sapo, que se alejó rápidamente saltando.
Y así fue como el rey se libró de su hechizo y los once cisnes volvieron a ser once príncipes, que entraron al castillo felices de saberse liberados de aquella terrible magia.
Todos estaban tan agradecidos con el valor de Elisa que, por unanimidad, fue nombrada heredera al trono de su padre, y cuando al fin cumplió la mayoría de edad, recibió la corona convirtiéndose en la reina más joven y longeva que había tenido aquel reino.
Nunca antes hubo tanta bondad, ni tanta riqueza y buenas noticias… ¡y todo gracias al hada del bosque!