Aqua era una sirena que no comprendía a los humanos. Vivía en la Atlántida junto a su familia y le gustaba salir a nadar con sus amigos los peces y los delfines. Aqua era muy buena y amable con todos, pero había algo que muy pocos sabían de ella y era que a Aqua no le agradaban los humanos.
Ella decía que los humanos, es decir, esas personas que vivían fuera del agua, eran muy sucias y tiraban toda su basura al océano, contaminando el agua y enfermando a sus amigos y familiares.
Para Aqua nada de eso estaba bien, así que un día decidió tomar una muy mala decisión, ir a la superficie y asustar tanto a los humanos que ya nunca más intentaran hacerle daño al océano. Pero en su plan había un problema y es que todos los habitantes de la Atlántida tenían prohibido ir a la superficie, por lo que Aqua mintió a sus padres y amigos diciéndoles que se iba al arrecife a explorar. La verdad es que se sentía muy mal porque sabía que mentir era malo, pero no podía hacer otra cosa ya que tenía que hacer algo rápido y evitar que tantas cosas malas siguieran ocurriendo en su querido hogar.
Aqua subió y subió hasta asomar su cabeza en la superficie encontrándose con el cielo dorado del atardecer. Era muy bonito, no lo podía negar, pero muy poco tiempo tuvo para poder apreciar la belleza de ese nuevo mundo porque al descuidarse, fue atrapada por una red de pesca junto a otros animales marinos. Afortunadamente Aqua logró escapar, pero su cola había recibido tantos daños que no iba a poder volver, por lo que esa noche tuvo que descansar en la playa ocultándose de los humanos. Estuvo así toda la noche, hasta que encontró una piedra enorme en la que poder descansar.
Y así durmió hasta que al amanecer dos hermanos la encontraron tendida sobre la roca. Los dos niños se encontraban muy sorprendidos, pues pensaban que las sirenas solo eran un mito, y tras reponerse fueron a llamar a sus padres. Tuvieron tiempo de comprobar que la sirena estaba muy herida, y no lo dudaron dos veces a la hora de ayudar.
Aqua, que despertó de un golpe debido al dolor de sus heridas, fue llevada a la casa de aquella amable familia. No podía comprender nada de lo que estaba ocurriendo, pues aquellos humanos no eran como se los imaginaba y tampoco lograba entender por qué eran tan diferentes a los que la habían herido el día anterior.
Todos la atendieron y curaron con mimo sus heridas, prometiéndole que guardarían para siempre el secreto. Aqua, aún muy confundida, quedó fascinada de ver que no solo la atendían a ella, sino a un montón de seres más del océano heridos y enfermos por la basura de los humanos: había muchas aves, un par de tiburones…Se trataba de un hospital secreto para animales marinos con problemas, y aquello superó el mejor de los sueños de la sirena.
Una vez repuesta de todas sus heridas, Aqua decidió volver a su hogar junto a su propia familia, aunque ahora tenía otra nueva. Tal vez no había podido cambiar las cosas como pretendía en un principio, pero tuvo tiempo de darse cuenta de que en el mundo de los humanos sucedía lo mismo que en su propio mundo, y es que existe la bondad y la maldad casi a partes iguales.
Aquello cambió por completo su forma de ver el mundo, y aunque no pensaba dejar de luchar por acabar con toda la basura y los malos hábitos que sacudían su hogar, ahora albergaba la esperanza de que todo pudiese cambiar poco a poco.