El mar es un lugar enorme, lleno de toda clase de maravillas y misterios meciéndose en sus profundidades. Existen muchos mitos sobre el mar y uno de los más conocidos es el mito de las sirenas y los tritones, seres mitad humanos y mitad pez…
Pero eso de los mitos no era demasiado atractivo para Flor, una niña muy singular que no creía para nada en los cuentos de fantasías. Cuando mamá intentaba leerle historias sobre elfos, enanos o criaturas aladas, ella dejaba muy claro que no era una niña pequeña y que esas cosas no le gustaban en absoluto. En cambio, Flor sí que disfrutaba viendo largos documentales sobre el mar y sobre todos los animales que allí vivían, y también disfrutaba mucho yendo a la playa, jugando con la arena y nadando en la orilla. Flor era, sin duda, una apasionada de la naturaleza.
Por eso, para celebrar su cumpleaños número 9, mamá y papá llevaron a Flor a una hermosa playa en las costas de Marbella. El día era perfecto, con el sol radiante y el cielo despejado. Flor, viendo el día que hacía pensó que iba a broncearse bastante, por lo que pidió a mamá ayuda para ponerse protector solar y llegar bien a todas partes.
No te alejes mucho —Dijo papá a Flor muy serio. No te metas muy profundo, ¿has oído?—Dijo también mamá. Sí, sí —Respondió Flor a ambos mientras cogía su pala y su cubo y corría hacia la orilla, dispuesta a encontrar muchas conchas marinas y algún que otro ermitaño, a los que adoraba observar.
Y así Flor caminó un buen rato observando el mar y sintiéndose muy feliz. Le encantaba el olor del agua salada y el viento fresco que enredaba su cabello. El mar era un lugar maravilloso y Flor se sentía afortunada de poder pasar su día especial allí. Tras el paseo, Flor retomó la misión que ella misma se había encomendado de encontrar conchas marinas, por lo que comenzó a mirar muy atentamente a su alrededor:
Con todas las cochas de mar que encuentre haré collares y pulseras para mis amigas —Dijo Flor muy emocionada y en alto para que la escuchasen sus papás.
Entonces comenzó a rebuscar en la arena, escarbando a ratos y lavando lo que encontraba con las olas que venían hasta la orilla. De vez en cuando Flor se giraba para mirar a sus padres, que la saludaban con la mano y con sonrisas enormes. Tras la recogida, Flor se dirigió hasta la sombrilla y se puso a examinar tranquilamente sus hallazgos, descubriendo entre las conchas a un hermoso caracol blanco que no recordaba haber recogido y que estaba lleno de arena. Al verlo Flor corrió rápidamente hasta el agua para poder lavarlo, pero cuando la primera ola tocó al caracol, una luz cálida envolvió también a Flor convirtiendo sorprendentemente sus piernas… ¡en una cola de pez!
Lejos de asustarse, la emoción que sintió Flor con aquello fue tan grande que, sin perder tiempo, decidió nadar en el agua salada descubriendo que podía respirar incluso bajo el mar sin problemas y que ser una sirena era algo genial. También descubrió un hermoso arrecife de coral no muy lejos de la orilla, en el que los peces nadaban libremente de un lado a otro, ajenos a su presencia.
Flor se sentía completamente libre mirando a su alrededor y disfrutando de la vida marina, y sintió que aquel era el mejor regalo de cumpleaños del mundo, por lo que cerró sus ojos un momento mientras los pececillos nadaban a su izquierda y derecha, y agradeció aquel día con todo su corazón…Al menos hasta que notó un ligero roce en su hombro, que la hizo volver rápidamente a abrir los ojos:
Despierta, hija, te has quedado dormida y no es bueno dormirse bajo el sol—Dijo mamá a Flor, que se encontraba a su lado bajo la sombrilla. ¿Ha sido un sueño? —dijo entonces Flor mirándolo todo con preocupación, y comprobando que en su cubo seguía el precioso caracol blanco—¿Crees que las sirenas son reales, mamá? Si tú lo crees de todo corazón, entonces sí son reales —Contestó su madre mientras le ofrecía un poco de agua para mitigar el calor.
Flor no sabía muy bien qué pensar. ¿Habría sido todo efecto del sol? ¿O quizá la magia de la playa era tan grande como siempre había pensado y los mitos tenían algo de cierto? Y mientras la pequeña devolvía al pequeño caracol blanco al agua y observaba su belleza, justo antes de volver a casa, se dio cuenta de que todo podía ser posible en la grandeza del mar y de la naturaleza.