Dice la leyenda que en lo profundo del mar azul ha sido visto un barco singular de colores extravagantes y bandera pirata. Nadie sabe quién es el capitán ni qué clase de tesoros buscan, pero sin duda, aquel barco pirata causaba mucha curiosidad en las personas.
Y esta es la historia de Joe, el capitán de aquel barco pirata: un niño de 12 años que navegaba el mar como nadie nunca lo había hecho y que en vez de parche en los ojos, usaba gafas de sol. Nadie sabe muy bien cómo llegó a liderar ese barco de colores llamativos lleno de adultos y niños por igual, pero lo que sí se conoció fue la valentía que tuvo al enfrentarse a uno de los monstruos más temibles de las profundidades, el Kraken.
Joe había escuchado que aquella era una criatura enorme, con grandes tentáculos y ojos siniestros, pero aquel capitán no tenía ni un poquito de miedo. Joe estaba dispuesto a arriesgarse para conseguir el tesoro guardado en la isla dorada, más allá del hogar de aquella criatura monstruosa.
Navegaron durante semanas en busca de la isla, recorriendo miles de kilómetros. Miraron a los delfines saltar atrapando rayos de sol, y por fin llegaron al hogar del Kraken, situado un poco antes de su ansiado destino.
¡Argh! – Dijo Jack, el segundo al mando. – ¡Aquí no hay nada! Efectivamente, parece que así es. – Contesto Joe arreglándose las gafas de sol.
De pronto, el agua comenzó a agitar el barco con fuerza y del fondo surgió una sombra enorme, tan grande como un país. Primero asomó un tentáculo gigante, luego otro, y así hasta que el cuerpo entero salió a la superficie.
¡Aléjense piratas! – Dijo la criatura enojada. Necesitamos pasar – Replicó Joe con valentía. Ustedes y sus barcos de madera siempre me clavan astillas – Dijo el Kraken – ¡Aléjense, por favor!
Joe pensó unos segundos en alguna manera de convencer al Kraken para poder pasar, y cuando pensó que no tendría forma alguna de salir ileso de aquella situación, una idea ingeniosa llegó a su mente:
Si tienes astillas de madera, podemos ayudarte a sacarlas. A cambio, déjanos pasar. – Dijo el capitán pirata Joe. Eso me dolerá mucho – Contestó el Kraken. ¡No! Será como una picadura de mosquito. – Aseguró Joe acercándose a la punta del barco – Acerca los tentáculos donde tengas las astillas.
Y así lo hizo el feroz Kraken. Poco a poco acercó sus tentáculos y con ayuda de toda la tripulación, dejaron a la criatura sin una sola astilla en su cuerpo.
Han cumplido su palabra, ya no tengo astillas, – dijo el Kraken – ahora cumpliré con la mía. Pueden pasar.
Tras las palabras del Kraken, la tripulación y el capitán pirata celebraron sin parar cantando canciones piratas y gruñendo muchas veces, como verdaderos piratas. Al atardecer de aquel mismo día llegaron a la isla dorada, y sin perder tiempo llegaron hasta el templo situado en el centro de la isla hasta dar con el tesoro más deseado de todos: un botín de bombones de chocolate envueltos en papel de aluminio dorado.
Sin duda, aquella había sido una de las mejores aventuras vividas por Joe el pirata en su barco de colores extravagantes.